BCCCAP00000000000000000001070
38 EULOGIO ZUDAIRE HUARTE - Ramón Porree, mestizo de Layo, desde Quipococha 1 de enero de 1781 al cacique E. C. Sinanyuga: «Mi deseo es el no disertar de la sombra del señor gobernador hasta morir.» _ - Francisco Xavier Altolaguirre, español criollo, asesor del caci– que rebelde Francisco Vargas: se dirige a José Gabriel como a «Gober– nador y M1onarca enviado para común amparo y favorecedor». - Y Juan de Dios Valencia, justicia mayor de la provincia de Chumbivilcas por el rebelde, «comisionado por el señor gobernador don José Gabriel Tupa Amaro, Inga descendiente del último rey y se– ñor natural de estos Reinos y tronco principal», requiere el enrola– miento en sus filas (61). En el interrogatorio a que le somete el juez instructor eventual don Benito de la Mata Linares, comisionado para la formación de la causa por el visitador don José Antonio de Areche, porfía José Gabriel Tu– pac Amaru que jamás hizo armas contra la corona del monarca espa– ñol. Replica el oidor de la real audiencia cómo tiene la osadía de que– brantar la religión del juramento prestado con su negativa, puesto que de los mismos testimonios originales que se le presentaron y cuya auten– ticidad admitió consta haber levantado huestes armadas para combatir contra los ejércitos del rey, haber impuesto la pena de muerte, haber abolido por su sola autoridad los repartimientos, alcabalas y demás reales derechos, haber incitado al asesinato de los chapetones (españoles europeos), haber ofrecido la libertad a los esclavos que desamparasen a sus amos para seguirle, haber nombrado coroneles, capitanes y jus– ticias mayores de las provincias, haber dado orden de prender a todos los corregidores, repelidos como extranjeros, y, finalmente, cuando las tropas del rey le tenían arrestado, haber cursado órdenes a sus gentes como a vasallos de sus dominios. Item más: recabó para sí el derecho a los tributos, obligó a los sacerdotes a recibirle bajo palio, se hizo retratar en traje de inca y se llegó a jurarle como tal. Nada inventaba ni exageraba el oidor Mata Linares. Aunque se empeñara el reo en deducir su conducta del imperio de las circunstan– cias que le venían arrollando, sus hechos bélicos, sus múltiples escritos, el testimonio de tantos cómplices, con los que se le enfrentó en careo judicial, pulverizaban cualquier excusa. No supo razonar en juicio por qué dio muerte al corregidor Arriaga, pese a que en la carta al (61) Estos testimonios se toman de cartas al rebelde insertas en los autos de su proceso y en los de Francisco Torres y Ramón Ponce: AGI, Cuzco, 33. El de Alto– laguirre, en informe de A. Cerdán y Pontero al virrey A. Jáuregui: AGI, Lima, 792.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz