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CLARA DE ASÍS EN LA TIPOLOGÍA HAGIOGRÁFICA 265 2. PRESENCIA FEMENINA EN LA FERMENTACIÓN RELIGIOSA DEL SIGLO XII (. .. ) 3. LA SANTIDAD FEMENINA EN LA TIPOLOGÍA FRANCISCANA Hoy es comúnmente aceptada entre los historiadores la tesis, sentada hace un siglo por H. Thode, de que Francisco de Asís, al encarnar y polarizar las mejores aspiraciones de la sociedad de su tiempo, en plena fermentación, puso en marcha un nuevo humanis– mo, que se manifestó, ante todo, en un nuevo modo de situarse el hombre ante Dios y ante los valores religiosos, ante la realidad social y cultural, ante el mundo creado. Era la afirmación de la conciencia individual, que se manifestó múy luego elocuentemente en el lengua– je del arte: el renacimiento italiano arranca de Asís. Es la confirmación de aquella nouitas que ya el primer biógrafo del Santo trató de explicar, a su modo, al trazar la figura del Poverello (3 Cel 1). Francisco, con todo, no fue un innovador: no se situó frente a nadie ni frente a nada; fue sencillamente él mismo. Halló en la conciencia de la propia pequeñez el arte de renunciar a toda manipu– lación de la realidad propia y ajena. No reaccionó contra el pasado, pero supo desembarazarse de él; no condenó el presente, pero lo afrontó con sinceridad profética. Pobre ante Dios, contemplador de la Palabra salvífica y de la naturaleza, proyectó en todas las situaciones la luz del Evangelio; no tuvo la pretensión de anticiparse a Dios trazando un programa personal de perfección. No le gustaba hablar en términos de perfección, sino de pureza de corazón y de mente, de seguimiento de Cristo, de vida evangélica, de docilidad al Espíritu. Con Francisco de Asís podemos decir que cambia la imagen bio– gráfica del santo. En la alta edad media interesaba tan poco la reali– dad histórica, al apoderarse la veneración popular de la imagen del siervo de Dios, que con frecuencia se recurría al plagio, vaciando su vida en la de otro santo precedente, a veces con sólo sustituir el nombre. Es cierto que su biógrafo, Tomás de Celano, no ha logrado, en su Vita I, romper del todo con los clisés comunes, por ejemplo con el de la vida de san Martín; pero eso no le ha impedido ofrecernos un san Francisco descrito en toda su originalidad e inmediatez, tal como lo vieron cuantos le trataron. Más aún, por primera vez quizás en la historia de la hagiografía, nos ha dejado su retrato, no sólo moral, sino fisico en los mínimos detalles (1 Cel 83).

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