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292 L. IRIARTE En medio de su estilo altisonante, la bula ofrece una imagen cuidadosamente perfilada de la Santa, como en un tríptico expuesto a la veneración universal. Puede decirse que todo el contenido no hace sino traducir en tres versiones diversas esa claridad con la que Dios ha querido que resplandezca Clara ante el mundo. En el que podemos llamar panel central del tríptico es presentada despidiendo luz y claridad desde el encierro claustral: «¡Oh qué vehemencia la de esta luz, qué pujante la iluminación de esta claridad! Permanecía esta luz encerrada en el secreto de la clausura, y lanzaba resplandor radiante al exterior; se recluía en la estrechez del cenobio, y se difundía fuera; se contenía dentro, y se desbordaba hacia fuera. Clara, en efecto, moraba oculta, pero su vida era notoria; Clara vivía en el silencio, pero su fama se hacía clamor; se recataba en su celda, y era conocida en las ciudades». Es un resumen, en forma más literaria, de una página de la Leyenda (n. 11), cuyo texto evidentemente lo tuvo presente el minutante de la bula. El segundo panel proyecta la imagen de Clara en su dimensión eclesial, como iniciadora y plantadora de la nueva generación de vírgenes consagradas: árbol frondoso, cuyas ramas se extienden den– tro del campo de la Iglesia dando frutos de vida religiosa; límpido manantial de vida, que riega el nuevo plantío en la heredad de la Iglesia; candelabro cimero de santidad que ilumina la casa del Señor; cultivadora de la vida de la pobreza y de la humildad en el campo de la Iglesia... Preclara hija de la Iglesia . . En el tercer panel del tríptico la nueva santa es ofrecida a la imitación de sus propias hijas espirituales y de todas las almas ansiosas de perfección; un retrato de la sierva y madre que compen– dia bellamente cuanto hallamos en el Proceso y en la Leyenda: «Fue portaestandarte de pobres, guía de humildes, maestra de continentes, abadesa de penitentes ... Vigilante y cuidadosa, solícita en servir a las hermanas, atenta a exhortarlas y amonestarlas, moderada en corregir, sobria en mandar, siempre dispuesta a compa– decer; discreta por su silencio, llena de madurez en sus palabras; consultaba en toda circunstancia para gobernar acertadamente; pre– fería servir, no señorear, rodear de honor a los demás, no ser ella objeto de honores. Su vida era para las demás enseñanza y doctrina (BAC 117-127).

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