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276 L. IRIARTE llamaba a un hermano y le decía: «Vamos a ver a hermana Clara». 10 Al reducir más tarde sus visitas a San Damián, si hemos de dar fe a la información recogida por Tomás de Celanó, explicaba ese cambio en su modo de conducirse: «No creáis, hermanos carísimos, que ya no las amo profundamente. Si hubiera culpa en cuidar de ellas en Cristo, ¿no hubiera sido mayor culpa haberlas unido a Cristo?» (2 Cel 205). La Vita II de Celano parece estar influenciada por el testimonio sospechoso de un tal Esteban, enemigo abierto de toda comunicación con las damas pobres; pero gracias a él tenemos noticia de un particu– lar, que nos ayuda a captar mejor lo que suponía la hermana Clara a los ojos de Francisco: «Cuando hablaba con ella o de ella, no la designaba con su nombre, sino que la llamaba la cristiana». 11 Para el Poverello ser cristiano es sinónimo de compromiso total en el seguimiento de Cristo, coherencia con la vocación evangélica (cf. 1 R 16,6; CtaMin 7). Al designar a Clara con ese nombre quería expresar su satisfacción íntima por la generosidad con que su discí– pula respondía al amor de Cristo. La Última voluntad, dictada por Francisco para Clara y las her– manas, es el mejor testimonio de la confianza que tenía el fundador en que San Damián había de seguir siendo el baluarte pacífico de la fidelidad a «la vida y pobreza del altísimo Señor Jesucristo y de su santísima Madre», confianza que no quedaría desmentida, como lo hemos podido comprobar en los escritos de la Santa. En cuanto al que podemos llamar testamento lírico, el cántico Audite poverelle, compuesto por Francisco a petición de Clara, consti– tuye un precioso testimonio del grado en que él se sentía vinculado a la fraternidad femenina como guía espiritual. 7. CóMO VIERON LAS HERMANAS DE SAN DAMIÁN A SU «SIERVA Y MADRE» Por fortuna poseemos, en las declaraciones del Proceso de cano– nización, el testimonio inmediato de la imagen que se habían forma– do de Clara las hermanas que convivieron con ella durante muchos años. El proceso fue iniciado en el claustrito de San Damián el 24 de noviembre de 1253, tres meses y medio después de la muerte de la 10 Dato procedente de los recuerdos de Leonardo de Asís. Texto en I fiori dei t~e compagni, ed. J. Cambell, 367, App. n. 4. 11 Texto en L. ÜLIGER, Descriptio codicis Sancti Antonii de Urbe, en Arch Fran Hist 12 (1919) 383.

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