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CLARA DE ASÍS EN LA TIPOLOGÍA HAGIOGRÁFICA 271 determinamos que en adelante se llame, de manera uniforme, Orden de Santa Clara... » (BAC 330). Así es como, al lado de los nombres populares de benedictinos, dominicos, agustinos, bernardos, franciscanos, aparecerá en adelan– te el de clarisas. 5. LA IMAGEN DE SÍ MISMA QUE NOS HA DEJADO CLARA EN SUS ESCRITOS Si los escritos personales de Francisco de Asís, como lo reconoce la crítica después de Paul Sabatier, constituyen el testimonio más fiel e inmediato de su personalidad espiritual, lo propio podemos decir de los de Clara de Asís. No son muchos, pero sí suficientes para poder delinear, con los elementos que ofrecen, los rasgos fundamentales de su fisonomía, en especial del tipo de santidad que ella cultivó en sí y en sus hermanas. El Testamento y su valor autobiográfico. - No háy duda que el Testamento dictado por Francisco poco tiempo antes de morir, por la remembranza del origen de su aventura evangélica, contiene la pri– mera y más valiosa fuente biográfica. A imitación suya, también Clara quiso dictar su última voluntad, muy probablemente luego de la promulgación de la Regla de Inocencio IV para las comunidades de la «orden de San Damián», regla que ponía en peligro el compromiso fundamental del seguimiento de Cristo en pobreza absoluta, sin posesiones ni rentas, y pasaba en silencio otros aspectos evangélicos del proyecto de vida tal como ella lo había recibido del fundador. Clara, al igual que Francisco, reconoce que todo comenzó cuando, bajo la guía de un tal padre, dio comienzo a su vida de «penitencia»; habla expresamente de «conversión». Se define a sí misma sierva, aunque indigna, de Cristo y de las hermanas pobres del monasterio de San Damián, y plantita del santo padre Francisco (TestCl 37). Ex– presa reiteradamente su adhesión inquebrantable al fundador y su voluntad de seguir sin vacilar por «la vía de la santa sencillez, humildad y pobreza». Es, sobre todo, vibrante la página en que proclama la fidelidad a la pobreza absoluta, sin medios fijos de vida; en ella se refleja toda su fuerte personalidad femenina, tenaz y constante, al apresurarse a obtener de Inocencio III, luego de la aceptación forzosa de la regla benedi.ctina en 1215, el «privilegio» de la pobreza total, haciéndolo confirmar después por sus sucesores. Al cabo de casi cuarenta años de gobierno de su numerosa frater-

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