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1, . 1 1 . CLARA DE ASÍS EN LA TIPOLOGfA HAGIOGRÁFICA 267 ' no monástica, ya dedicada a las obras de caridad; lo cual hacía que, al morir, el pueblo la venerase espontáneamente como santa y se multi– plicaran los milagros en su tumba, dando la base para promover la causa de su canonización; mientras que las religiosas santificadas en el silencio de la clausura pasaban desapercibidas. Con todo tenemos una lista de diez clarisas de esos siglos cuyo culto ha sido oficialmente aprobado con el título de beatas, entre ellas la hija espiritual de santa Clara, Inés de Praga. 4 La mayor parte de ellas, es cierto, pertenecen a familias reales o de la alta aristocracia, circunstancia que, como es sabido, facilitaba el acceso a' los trámites de la canonización, incluso obedeciendo a consideraciones políticas, como lo hace notar A. Vauchez en su valioso estudio (La sainteté en Occident). Desde el punto de vista del contexto social, en el momento históri– co que nos ocupa, es oportuno hacer notar cómo, a diferencia de los demás movimientos religiosos, que se movían en dos binarios diver– gentes -renovación monástica a nivel aristocrático, experiencia reli– giosa popular-, Francisco y Clara realizan, él plebeyo burgués, ella noble, la feliz conjunción de las varias clases sociales bajo el signo de un mismo ideal evangélico. Tanto la fraternidad masculina, puesta en marcha por Francisco, como la femenina, dirigida por Clara, acogerán sin distinción a nobles y plebeyos, ricos y pobres, doctos e indoctos. Por primera vez, al cabo de siete siglos, la santidad vuelve a ser patrimonio común. Por otro lado, la regla de san Agustín, que iba · acoplando por el mismo tiempo múltiples formas nuevas de vida consagrada, actualizaba el principio establecido por el doctor .de Hipona en el siglo v para los monasterios femeninos de Africa: todas, sin distinción de origen pobre o rico, debían integrarse por igual en la vita communis, participando de los beneficios de ésta en razón de la diversa necesidad (PL 33, 260). · Añadamos todavía que, gracias a la Orden de la Penitencia y a las otras formas de irradiación de la espiritualidad de las nuevas órde– nes mendicantes en el medio seglar -llamadas más tarde «órdenes terceras,-, la aspiración femenina legítima a hacerse presente en la vida de la Iglesia, fuera de las estructuras monásticas, halló un cauce más seguro que el de los movimientos del siglo XII. 4 Nota de la Redacción. Recientemente, el 12 de noviembre de 1989, el papa Juan Pablo II canonizó a la beata Inés de Praga o de Bohemia.
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