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298 L. IRIARTE lirio virginal: a veces es sustituido por una cruz. Más tarde se la comienza a representar como fundadora, con el libro de la Regla en una mano y el lirio o la cruz en la otra. Sólo tardíamente se adopta el atributo tradicional en la iconografía benedictina: el báculo abacial. Por último, a mediados del siglo xv hace su aparición el motivo iconográfico que prevalecerá sobre todo en la época del barroco: la Santa con el ciborio eucarístico, más tarde ostensorio, en recuerdo del episodio del asalto de los sarracenos, según la evolución legendaria que recibió andando el tiempo. Para terminar, no estará de más hacer notar que ni Francisco ni Clara de Asís pertenecen a la tipología del santo milagrero, es decir, del santo del cual se apodera el devocionalismo popular, haciéndolo objeto de un culto tangible, enderezado más a la versión iconográfica que a la vida. En este sentido han sido mucho más afortunados santos como Antonio de Padua, Rita de Cascia, Teresa del Niño Jesús ... Hubo un tiempo en que la veneración del «seráfico Padre» y de la «seráfica Madre» guardaba relación con la presencia y la pre– ponderancia de la instituciones f:r:anciscanas en la Iglesia: eran los fundadores de mayor éxito de seguimiento. Mejor dicho, por lo que hace a santa Clara, ni siquiera en la familia seráfica se le reconocía su verdadera grandeza como «fundadora»; seguía siendo, para los biógrafos de san Francisco y para los historiadores, la «plantita» del grande fundador. Hoy la admiración por Francisco de Asís es inde– pendiente del influjo de su familia religiosa; es su mensaje multifor– me lo que lo hace tan actual. También Clara se está dando a conocer por su mensaje; cada vez se va descubriendo más en ella la versión femenina del ideal franciscano.

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