BCCCAP00000000000000000001054

290 L. IRIARTE .exequias, en las que hubiera querido se cantara el Oficio d.e vírgenes: tan persuadido estaba de la santidad de Clara. El mejor testimonio de esa convicción es la bula, ya citada, decretando la incoación del proceso de canonización. No pudo cumplir su deseo de inserirla en el catálogo de los santos, porque le sorpr~ndió la muerte el 7 de diciem– bre de 1254. Ese honor correspondió a su sucesor Alejandro IV (Rainaldo de Segni), de cuyo empeño en ver a santa Clara venerada en toda la Iglesia se ha hablado ya. Por Salimbene sabemos que compuso personalmente los himnos y las oraciones del Oficio de la Santa (Fonti Francescane, p. 2.103). 11. LA BULA DE CANONIZACIÓN: UNA TIPOLOGÍA A PARTIR DEL NOMBRE Sabida es la importancia del nombre en la tradición bíblica, tra– dición que no ha dejado de influir en la historia de la hagiograña cristiana. Pensemos en la parte que corresponde al nombre en el origen de algunas leyendas, como la de san Cristóbal (Christophorus= portador de Cristo), o en la iconografía, como el caso de santa Inés (Agnes), representada con un cordero en el brazo (Agnus); la misma santa Clara, en sus cartas a Inés de Praga, juega con el nombre de Agnes, sea evocando textos litúrgicos de la fiesta de la santa omónima, sea en relación con el Cordero inmaculado, esposo de las vírgenes; y lo propio hace el autor de la Leyenda con el nombre de la hermana de Clara: Agnes ad Agni nuptias evocata (n. 48). Pero en el caso de Clara de Asís la semántica del nombre no sólo crea un tópico que se repite constantemente, sino que hasta influye en los rasgos de su imagen espiritual. El primero en haber glosado el nombre de Clara es Tomás de Celano en-el elogio que hace de ella en la Vita I, que ya conocemos: Clara nomine, vita clarior, clarissima moribus (1 Cel 18). Y de nuevo al referir el encuentro de la Santa con el cuerpo de Francisco difunto: Domina Cla,ra, quae vere meritorum sanctitateclara erat (1 Cel 116). Las fuentes que derivan de la compilación de Greccio, lo mismo que las Florecillas, cuando nombran a Clara no hacen alusión alguna al significado del nombre. Lo propio vale de san Buenaventura. Pero en la circular mandada por las hermanas de San Damián notificando la muerte de la fundadora, en 1253, reaparece el juego rebuscado de palabras: Placuit Domino potius soliis Claram claruisse

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz