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CLARA DE ASÍS EN LA TIPOLOGÍA HAGIOGRÁFICA 287 nos informa la Leyenda, el mismo papa trazó el borrador ante la suplicante: «El magnífico pontífice, congratulándose de semejante fervor de la virgen, le advierte de lo singular de la petición, ya que jamás ha sido solicitado un privilegio -semejante de la Sede apostólica. Y, para corresponder a la insólita petición con un favor insólito, el pontífice personalmente, lleno de alborozo, redactó de su propia mano el primer esbozo del privilegio solicitado» (LCl 14). El cardenal Hugolino, que desde 1218, con autoridad recibida de Honorio III, se ocupaba activamente en organizar las comunidades femeninas de nuevo tipo según el modelo de San Damián y que en 1219 había publicado para ellas su «forma de vida», pasó en San Damián la Pascua del año 1220 (29 de marzo). Es posible que esta visita la hubiera hecho acompañado de Francisco, al regreso de éste de Orien– te, en un momento delicado de la crisis mencionada, que afectaba también a Clara y su comunidad debido al asunto del visitador. La misma Clara se había visto obligada a intervenir para liberarse del visitador cisterciense, pidiendo el nombramiento de Felipe Longo, el antiguo confidente de las citas con Francisco que precedieron la fuga de Clara de la casa paterna; Felipe había obtenido de la santa Sede un documento de protección que le autorizaba a defender a las damas pobres, aun con la pena de excomunión, contra intromisiones extra– ñas; este paso había disgustado profundamente al fundador, el cual logró inmediatamente que fuera revocado el nombramiento de Feli– pe. Es cuanto parece deducirse tras un estudio de las informaciones, no del todo claras. 15 La visita del cardenal pudo tener por objeto tranquilizar el ánimo de Clara en aquella situación. Lo cierto es que Hugolino, hombre de profundidad religiosa no menos que de amplios horizontes eclesiales, quedó hondamente impresionado de aquel encuentro, como lo mani– festó en la carta escrita poco después con este encabezamiento: «A la queridísima hermana en Cristo y madre de su salvación, madonna Clara, servidora de Cristo: Hugolino, obispo de Ostia, mise– rable pecador, se encomienda con todo lo que él es y puede ser». El tenor de la carta, sin resabios cancillerescos, es de tal cordiali– dad y humildad, que basta por sí sola para explicarnos el secreto de la 15 Cf. JoRD/\N DE ·GIANO, Crónica, 13s; en Sel Fran n. 24-25 (1980) 242-244. Y el relato de Tomás de Pavía enArch Fran Hist 12 (1919) 382-384.

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