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1 . CLARA DE ASÍS EN LA TIPOLOGÍA HAGIOGRÁFICA 283 masculina, y otra de aproximación a las «hermanas pobres», que ve en Clara el dechado y el estímulo en la fidelidad al ideal primitivo: «émula de san Francisco en la continua observancia de la pobreza del Hijo de Dios». Téngase en cuenta que aún vivía la Santa. Ya el ministro general Haymón de Faversham (1240-1244) había obtenido de Gregorio IX una bula que exoneraba a los hermanos menores de la responsabilidad de asistir espiritualmente a las damas pobres. Fue entonces cuando Clara tuvo el gesto de devolver al ministro general los hermanos limosneros, diciendo: «Llévese ya a todos los hermanos, toda vez que nos retira a los que nos deben dar el nutrimento de vida» (LCI 37). La tensión se había agudizado por las fechas en que los «tres compañeros» realizaban su compilación en Greccio. En 1245 había tenido que intervenir Inocencio IV con una bula para calmar los ánimos de ambas partes; al año siguiente otra nueva bula colocaba a las damas pobres bajo la dirección de los hermanos menores, decisión que sería confirmada por el mismo pontífice en su «forma de vida» de 1247. Aún después de su muerte, Clara siguió representando para los celantes, que más tarde formaron el partido de los «espirituales», el símbolo de la resistencia frente a lo que ellos consideraban la prevaricación de los ideales de san Francisco, en tal grado que el corifeo del partido, Angel Clareno, invocará, entre los casos de ente– reza alegados para justificar su propia postura de rebeldía, la actitud valerosa de la Santa ante Gregorio IX en defensa de la pobreza total, llegando a afirmar, con exageración, que dicho papa se había visto obligado a echar mano de la excomunión para hacerla ceder, pero sin conseguir doblegarla. 13 San Buenaventura, conciliador, pero hombr.e de la «comunidad», tenía personalmente en grande estima a Clara y a las damas pobres. En 1259, siendo general, dirigió desde el monte Alvernia una hermo– sa carta «a las amadas hijas en Cristo, la abadesa de las damas pobres de Asís del monasterio de santa Clara y todas las hermanas» (BAC 367-369). Las exhortaba a seguir con solicitud las huellas y el 13 Apología pro vita sua, ed. V. Doucet, en Arch Fran Hist 39 (1946) 143. La ac– titud de rechazo de las propuestas del papa, que quería persuadirla de la convenien– cia de admitir posesiones y rentas, aun sin tener el derecho de propiedad sobre las mismas, consta por el Proceso de canonización (1, 13; II, 22; III, 14) y por la Leyenda (n. 14); ésta refiere el diálogo sostenido con el pontífice, pero no da pie para pensar que se hubiera llegado hasta el extremo de la pena de excomunión.

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