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278 L. IRIARTE El valor del proceso podría, en rigor crítico, adolecer del riesgo inherente, aún hoy día, al método de hacer desfilar uno tras otro a los testigos, preparados para responder a unas preguntas concretas, positivamente finalizadas, donde con frecuencia se sugiere abierta– mente la respuesta. Añadamos el interés que todas las hermanas de San Damián tenían en poder honrar a su fundadora como santa, interés compartido, por otra parte, por los componentes del tribunal y, como he dicho, por el mismo papa. Con todo, un~ lectura atenta de las respuestas pone de manifiesto, ante todo, que el tribunal no se atuvo mecánicamente al cuestionario: pidió en muchas ocasiones aclaraciones complementarias y, por lo general, dejó hablar libre– mente a los testigos. Hay detalles personales e inmediatos que comu– nican al conjunto verdadera garantía de historicidad. Otro punto de prevención para el crítico moderno puede provenir de la importancia primaria que se da al milagro. Las religiosas se muestran ganosas de descubrir intervenciones sobrenaturales en los episodios más corrientes. He dicho ya que, en aquel entonces, la santidad era acreditada, sobre todo, por el carisma de hacer milagros. Por lo demás, la misma actitud de fe, de sencillez, de confianza en la bondad de Dios, propia del espíritu pobre, que observamos en Clara, comunicaba a su oración una eficacia capaz de obtener la interven– ción divina, sobre todo cuando, como vemos en todos los casos referi– dos en el proceso, entraba de por medio la caridad compasiva para con las hermanas enfermas o atribuladas, o para con otros nece– sitados. Viniendo a los rasgos de la personalidad de Clara, tal como la hallamos perfilada por las mismas declarantes, se pueden sintetizar de la forma siguiente: a) Madurez humana eminentemente femenina, o sea: riqueza de sensibilidad, de ternura, de presencia de ánimo, de solicitud hasta el detalle, junto con un don extraordinario de discernimiento. b) Estilo evangélico de gobierno, o mejor, de servicio humilde y llano, de acogida fácil, de celo por el bien de las hermanas que el Señor le ha confiado. c) Entereza mansa, pero también vigorosa cuando es necesario, especialmente en su adhesión irrenunciable a la herencia de Francisco. d) Vida penitentísima en sus años juveniles, hasta la exagera– ción; y luego, paciencia en sobrellevar la enfermedad.

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