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272 L. IRIARTE nidad, lejos de adoptar el tono de quien estuviera habituada a hacer– se escuchar y obedecer, Clara sigue siendo la animadora fraternal del grupo de las hermanas •pobres, sierva humilde entre ellas; emplea con espontaneidad el nosotras al inculcar un compromiso adquirido · por todas responsablemente. El retrato que traza de la que le ha de suceder es, sin duda, el de sí misma, su línea de conducta en el servicio a las hermanas: «Hágase obedecer no tanto por deber cuanto por amor. Sea discre– ta y próvida con sus hermanas como lo es una buena madre con sus · hijas; y, sobre todo, procure proveerlas de las cosas que el Señor diere, según la necesidad de cada cuaL Sea, además, tan acogedora y comunicativa con todas, que puedan manifestarle sin temor sus necesidades y acudir a ella confiadamente, a cualquier hora, como mejor les acomode, lo mismo cada una para sí como en favor de sus hermanas» (TestCl 61-66). Con razón ha escrito Chiara Augusta Lainati: «Entre los escritos de santa Clara, el Testamento es el documento de mayor relieve autobiográfico, el más denso de recuerdos personales y francisca– nos». 7 La Regla: talla de fundadora de Clara. - La «forma de vida», es– crita por la Santa al final de su vida, que ella logró ver confirmada primero por el cardenal protector Rainaldo el 16 de septiembre de 1252 y, luego, por lnocencio IV el 9 de agosto de 1253, dos días antes de su muerte, puede ser considerada como fruto maduro de una larga experiencia de vida evangélica, a partir del núcleo inicial de la «forma de vida» recibida de Francisco, ampliada y adaptada progresivamen– te por él mismo con enseñanzas orales y escritas, y mantenida inviolablemente, heroicamente, a través de la legislación posterior para las damas pobres, frente a los dictados de la prudencia humana. Hasta podemos afirmar que, como sucedió con la Regla no bulada de los hermanos menores, no fue la Regla la que condicionó la vida, sino que fue la vida misma, enriquecida y adaptada, la que fue haciendo la Regla en la aspiración renovada de Clara (A. Lainati). Su mérito está en haber sabido institucionalizar, por decirlo así, esa experiencia y transmitirla vigorosamente a sus hermanas pre– sentes y venideras. Sobre la base del texto de la Regla bulada de san Francisco, toma de ésta lo que tiene aplicación a la realidad de la comunidad femenina claustral, pero modifica o suprime lo que no es 7 C. A. LAINATI, Testamento di santa Chiara, en Dizionario Francescano, Padua 1983, 1827.

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