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270 L. IRIARTE mundo, las hermanas que moran en Asís les desean salud en el Autor de la Salvación». Este documento constituiría el primer testimonio biográfico después de la muerte, si el estilo no fuera tan ampuloso y convencional. Con todo; no deja de contener detalles bien significati– vos. Las hermanas llaman a Clara guía, madre venerable y maestra nuestra. Ponderan el amor solícito con que se preocupaba de cada una, proporcionándoles lo necesario y animándolas a soportar las privaciones inherentes a la pobreza abrazada, dato que corresponde a lo que más tarde manifestarán en el proceso de canonización. 6 Y es en ese mismo proceso donde aparece evidente el deseo de las hermanas de San Damián de ver reconocida a su venerada madre como fundadora de toda la orden de las damas pobres (Proceso IV, 31). El autor de la Legenda, como aparece en el proemio enderezado al Pontífice, tiene la conciencia de estar escribiendo la vida de una gran fundadora, digna de figurar al lado de los hombres providenciales suscitados por Dios para restaurar el mundo por medio de nuevas órdenes. La proclama iniciadora de la orden de las damas pobres, piedra primaria y nob/,efundament;odesuorden (LCl 132-134, 143,146). • Así llegamos a la bula de canonización (26 de septiembre de 1255), donde hallamos la proclamación solemne de santa Clara como verdadera fundadora de todas las damianitas (cf. BAC 119-120). Se diría que en la curia romana había un empeño decidido en lograr que todos los monasterios de inspiración franciscana reconocieran por madre y fundadora a la Santa. Para esa fecha sumaban 68 en Italia, 21 en España, 14 en Francia y 8 en los países germánicos. Pero el paso decisivo lo dio Urbano IV en el proemio de su Regla, promulgada en 1263, a los diez años de la muerte y ocho de la canonización de Clara. Con una fórmula calculada la llama cuasi– fundadora de la orden a la que pertenecen todas las que son conoci– das bajo el nombre de hermanas, damas o monjas, o también pobres reclusas, de la orden de San Damián. Y determina solemnemente: «Nos, pues, juzgando conveniente y oportuno que vuestra Orden sea conocida con el nombre de la bienaventurada Clara, en quien, como ha quedado dicho, tuvo los felices principios de su institución..., 8 Cf. en BAC 55-59 el texto de la «Notificación oficial de la muerte de santa Clara», con una introducción crítica.

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