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-18- cuya perfección deseara; o también colocarse en el trance de la muerte y del ju,rio y pensar en lo que en aquella hora quisiera haber elegido. Claro está que este método puede 1·esultar altamente antipsicológico. cuaudo el ejercitante rio ha llegado a la indiferencia, Además hay que tener en cuento que los días de ejercicios no son los más a propósito para gozar de esa paz, qu~ para san Ignacio es condición necesaria en este tercer tiempo de elección. Pero aun en este caso, es decir, cuando se realizan todas las condiciones rle1 tercer tiempo y cuando serenamente se han compulsado las propias aptitudes, ¿ st>– rá prudente impulsar a la elección sin una inclinación o atracción positiva,. es d1>cir, sin algo del segundo tiempo, sin consolación? Este es el sello de Dios, pero es difícil discernirlo; para esto sirven las «Reglas de discreción de espíritus» de san Ignacio. Para el Santo consolación es «todo aumento de fe, esperanza y ,caridad, leticia interior y moción interna». Aun en el tercer tiempo termina pidiendc., .a Dios la consolación o desolación. d) Reforma de vida (n. 0 189).-.:.Cuando la elección no es posible por un mo– tivo o por otro, sea porque se halla en un estado «inmutable», como el matrimonio, sea porque no se siente con fuerzas para una elección. propiamente dicha, entonc,es tiene lugar lá «reforma de la propia vida», ordenando la propia persona, la fami– lia, los bienes, pensando que «tanto se aprovechará en todas cosas espirituales cuanto saliere de su propio amor, querer e interés». III.-CIRCULOS DE ESTUDIOS 1.-LA CONFESION EN LOS EJERCICIOS a) Importancia·.-San Ignacio asigna a la confesión el papel de ayudar al aborrecimiento del pecado en la primera semana; esta confesión, en la mente de san Ignacio, ha de ser general: aborrecimiento de todos los pecados de la vida, conociéndolos mejor y doliéndose de ellos. Es, pues, un recurso más para el fin de la primera semana. Pero es de suma importancia centrar bien el problema de la confesión desde el principio de los ejercicios, tanto cerrados como abiertos, preparando a los ejercitantes para este acto. Se observa, en efecto, en todas las tandas de ejercicios cierta psicosis acerca de la confesión, una especie de preocupación por ella. b Cómo hacer la preparación.-1. 0 ) . Examen (hablamos de los ejercitantes: llamados de conversión). Hemos de tener ante todo en cuenta que muchos de los que vienen a hacer ejercicios no tienen la conciencia debidamente formada Por lo mismo hay que comenzar por despertarla, obligando al ejercitante a caer en la cuenta, por su propio discurso, de que hay normas naturales de moralidad, del desorden. que supone la desobediencia a Dios como supremo legislador. En segundo lugar hay que formarla. Y finalmente examinarla. Es un buen recurso para esto repartir impresos con los exámenes detallados, e. gr., los editados en «Rayos de sol». Se puede recomendar hacer el examen por escrito a algunos carac teres tímidos. Pero el examen ha de ser siempre un acto de oración. Es mejor ha– cerlo después de cenar, cuando el ejercitante está cansado para meditar; el exa– men es una materia a la que atienden siempre los jercitantes. 2. 0 ) Dolor. Hay que concentrar la atew~ión del ejercitante hacia un .!oler intenso, teniendo cuidado de apartar de éi. la obsesión del remordimiento y la. preo– cupación de la integridad de la .confesión. El ejercitante ha de pedir el dolor y lo ha de pedir también el director para el ejercitante; se le ha de instruir sobre el modo de obtenerlo de Dios con la meditación, con la oración insistente, con la penitencia y el sacrificio (Don Angel leyó las impresiones de varios jóvenes sob:re este punto de las penitencias y sacrificios que suelen hacer por propia iniciativa cuando se les .infunde este espíritu en la primera semana). Es preciso vigilar las penitencias indiscretas, ya que en general los ejercictantes jóvenes las suelen torrtár demasiado en serio. Hay que orientarlos sobre esta materia. · 3. 0 Propósito.-Es efecto del dolor. Basta el propósito implícito, contenido en el verdadero arrepentimiento; pero en la práctica hay que llegar a formular el propósito explícito en cada ejercitante. Ha de ser firme, pero con una firmeza que no excluye la previsión de las 1·ecaídas; eficaz, con voluntad de poner los me– dios, al menos indirectamente.

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