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Í.os tres binarios Ha quedadq düfouesto el ente~dimiento; .ahora hay que disponer la voluntad. , No es qµe la'• v~luntad r~diace ese seguÚniento fo condicional de c'risto; h> quiere, pe.ro - hay .,que saber si es un «quiero» condicionado, una vo.lubilidad. La meditación d~ los tres binarios no se escribió hasta la etapa de París y obedeció a . la. experiencia obtenida por san Ignacio al dar ejercicios a gente de carrera, que tenía en su psicología más recovecos que la gente sencilla de su pri– mer apostolado. ;En el momento de la elección debió .de llevarse el santo muchos chascos, .aJ ver güe· la disposicjón real. de la voluntad quedaba muy rezagada. . . Fruto: «Pedir g~ac!a para elegir lo que más a gloria de su divina Majestad y, salud de mi ánim!l sea».-«Pedir que el Señor le ponga en pobreza actual». Proceso.-N. B. El término «binario», probablemente tomado de Juan Ma'.or que lo usa en sus ejemplos prácticos: «quidam binarius», viene a ser algo así coü10 el «T'itius» de nuestros moralistas: Fulano. · · Primer binario: querría• quitar las' afecciones desordenadas para salvarse y • lograr la· paz, pero de hecho no quie1·e, ya que deja los medios hasta la. hora· de la ·muerte. ·. Segundo binario: quiere quitar el afecto y pone los medios, pero. quiere con– dicionalmente, quitando la afición, pero quedándome c.on la cosa, «de manera q:1e allí venga Dios donde él quiere». Tercer binario: quiere quitar el afecto y lo quiere sin condiciones, y para ase– gurarse de. que esta voluntll.d es real deja la cosa poseída en manos de quién sea · hasta ver la voluntad de Dios. Es el último paso para una elección acertada; pero es de muy pocos. San Ignacfo, al llegar aquí, obligaba al ejercitante a hacer renuncia provisional · del cargo que desempeñaba o depositar sus bienes en manós de otro. También en los tres binarios hay un fondo evangélic~. El 1. 0 corresponde al joven rico que .querría, pero de hecho no quiere seguir a Cristo; el 2. 0 rel?ro<luce el «Sequar te quocumque ieris, sed permitte me... »; el 3. 0 al seguimiento decididc, de los apóstoles. Y de hecho es mejor presentar· así esta meditación. A primera vista' parece que hay demasiada precipitación en el modo de lleYar al ejercitante a la elección de estado; péro hay qué tener en cuenta que entre la meditación del «rey tempórah> y ~as «dos banderas» median diez meditaciones de la· vida 'de Cristo. No cábé mejor preparación. Las tres inaneras de humild11od NÓ es meditacíón, sino uria materia para tener ocupado el pensamiento en los tiempos libres. Tiene como fin la disposición del corazón, ya que puede suceder que, convtn · cido eI entend.imiento y movida la voluntad, la naturaleza tiemble· ante las difi– cultades. Esta repugnancia puede ser ordinaria y oculta, que no impide el cumpH-– miento del deber, y puede ser extraordinaria. :En las vidas de los santos nos ha– llamos ante hábitos logrados de pobreza, de hum_ildad y también ante• ocasicneQ extraordinarias y épocas· en qué ésas virtudes' exigen esfuerzo especia)• .. Primera manera de hum,Jldad: «es neqesaria par;;i la salud eterna», y consh;te en estar dispuesto a pasar por todo antes que cometer un solo pecado mortal. Segunda manera dé huiriildad: és más perfecta, y consisté eri esfar indiferente a tener riqueza o pobreza, honor o deshonor, vida larga o corta, y estar dispuesto a perderlo ·todo-, aun la vída, antes· ,que cometer un :;iécádci' venial. Tercera' manera de hutnild.ad : '«es perfectísima, es a. saber, cuando incluyemlo la l.ª y 2.ª, siendo igual alabanza y' gloria de la divina Majestad, por imitar· a Cristo nuestro Señor; quiero ·y el1jo ·más pobreza con Cristo pobre que riqutza .. ; oprobios. con Cristo. lleno dellos que honores, y desear más de ser estimado por vano y loco por Cristo, que por sabio. ni prudente en este mundo».

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