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-10-- L. DE LA PUENTE, Meditaciones de los misterios de .nuestra santa fe. (Ma– drid, 1944) p. 83 ss. Las lecciones de don Angel Suquía van acompañadas de observaciones y ec– mentarios de los cursillistas que dan lugar a importantes aclaraciones. Una de ellas es la de que la meditación más propia para dar fin al día del «principio y fundmento» en los ejercicios a sacerdotes y religiosos es la de la vocación; y puede hacerse de dos formas, o bien reservándole una hora especial de meditación. considerando la vocación corno una especie. de creación particular, o bien disemi– nando esa idea en las demás meditaciones del día. Meditación del infierno Hay expositores que no la consideran como meditación, sino como una apli– cación de sentidos. Parece que es una verdadera meditación. Fruto explícito: sentir la pena que padecen los condenados, para que si el amor del Señor no basta, al menos el temor le a perte del pecado (ésta también es meditación para todas las almas; lo prueba la visión que tuvo Santa Teresa del lugar del infierno que le estaba reservado si hubiera seguido por el camino que llevaba). · Fruto implícito: confianza en Cristo y agradecimiento por no haberme dejado perder entre tantas almas condenadas (cabe, pues, un recurso de amor que se puede hacer resaltar en ciertas tandas). · Proceso.-Es una meditación imaginátiva; por esto sólo se habla de la pena de sentido; lo cual no quiere decir que no se puede y .aun se. debe hablar de la pena de daño, según convenga a los ejercitantes. Una advertencia, que vale para todas law meditaciones, pero principalmente para ésta: en el modo de proponer la materia de la ·meditación dígase la verdad y sólo la verdad: fuego, alaridos, sí; en cambio lo de «humo, piedra, azufre, sentina y cosas pútridas» estaba bien en la época de San Ignacio, hoy pueden sustituirse por .otros recursos imaginativos. Es importante el enfoque del coloquio, que contiene el fruto implícito: ron– derar el gran número de condenados, unos que no creyeron: antes de Cristo, en tiempo de Cristo, después de Cristo; otros que creyeron, pero no obraron conforme a su fe. No hay duda que cabe apelar a otros medios para despertar en el ejer– citante la impresión de la muchedumbre de los condenados: temor a perderme entre tantos, temor a que se pierdan otras almas, etc. No es antiignaciano, ni mucho menos, añadir las meditaciones de la muerte del juicio, etc., para completar el fruto de esta primera semana, como ya se ha dicho. · ¿ A qué fruto se han de orientar estas meditaciones? . A sentir, l. 0 ) intcmo conocimiento y aborrecimiento del pecado, 2. 0 ) el desorden de las operaciones, 3. 0 ) el conocimiento del mundo y aborrecimiento de sus vanidades. Todo conforme a las necesidades que se observen en cada tanda concreta. Pero nada de meter al ejercitante miedo a la vida, al mundo, sino aborreci– miento «a las cosas vanas del mundo». Una de las meditaciones que mejor pueden hacer .sentir el desorden de las operaciones es la del juicio, sobre todo para remediar la· falta de sinceridad del alma, poniéndole ante la consideración el pensamiento de que Dios Ja ha de juzgar, de que en el juicio universal ha de aparecer a la vista de todo el mundo, E¡;te pensamiento que a algunos temperamentos les impresiona mucho, a otros, por 'el contrario, los deja fríos. <<¡Bastante tendremos aquel día cada uno con lo nues– tro!» - observaba un joven al hacerle esa consideración. d) Fruto de las meditaciones de la 2.ª semana El rey temporal Es como el <<princ1p10 y fundamento» de la 2.ª semana y· es notable el par.a-· lelismo con el primer «principio y fundamento».

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