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•. r I EL PENSAMIENTO POSTRIDENTINO I. FIJACIÓN DI<'. I,AS POSICIONES TEOLÓGICAS Ya es sabida la discrepancia que existió en los largos años de gestación del Concilio de Trento, entre la corte pontificia y la imperial, sobre la finalidad de la proyectada asamblea de la cristiandad. Cle– mente VII, papa tipieamente renacentista, 'no miraba con simpatía ni aun la idea misma de reunir un concilio, sobre todo si había de ser de signo reformatorio; lo temía. Su sucesor Paulo III, papa de transición, lo deseaba y lo promovía, per::> sólo como medio de alzar un dique dogmático frente a la revolución religiosa; no excluía la reforma como objetivo~ pero la considera·:ia incumbencia de la Sede Apostólica o, como mucho, se avendría a darle cabida en las tareas conciliares en una segunda fase, después de precisadas las materias de fo. A Carlos V, por el contrario, urgiale restablecer la paz en Alemania y, para ello, quitar a los «refo:-madores» todo pretexto de rebeldía mediante la realidad de una amplia reforma eclesiástica ela– borada en un concilio universal, la anhelada reforma in capite et in n;¡.embris, por la que se venía clamando desde dos siglos atrás, con creciente insistencia. El emperador creía interpretar así las aspira– ciones de los agitadores germánicos ; pero era ya manifiesto que la «reforma» proclamada por Lutero y Calvino no mira'6a a una rectifi– cación de conductas ni a la mera extirpe.ción de abusos, sea en los miembros, sea en la cabeza, sino a un cambio radical del mismo sis– tema doctrinal; estaba ,en juego, principalmente, la naturaleza de la Iglesia de Cristo 4 • Carlos V no se sentía respaldado sólo por los prín– cipes alemanes en su manera de ver los objetivos del esperado con– cilio ; estahan asimismo por una amplia reforma la mayoría de los obispos, y en especial los españoles. El 22 de enero de r546, ya en marcha el concilio, pudo llegarse a una solución en este serio conflicto mediante un compromiso de vía media: en cada una de las sesiones se trataría paralelamente de fe y de reforma. Los protestantes no se hallaron presentes en el concilio. Se les esperó inútilmente durante el primer período ; en el segundo compa- 4. Cfr. Y. M-J. ·CONGAR, OP: Falsas y verdaderas reformas en la Iglesia (Madrid, 1958) 259-822.

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