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I· 1 EUROPA POSTRIDI(N'flNA 235 europea, la gripe de r918-r9, que cost6 a Italia 274.000 muertos ; a Alemania, 187.000; a España, 147.000; a Inglaterra, n2.ooo; a Francia, 9r.ooo... El aumento automático de la nupcialidad, que sigui6 a la termi– naci6n de la guerra, compensó de momento las pérdidas, pero después se produjo como una psicosis colectiva de limitaci6n de la natalidad en casi todos los países occidentales y centrales : sólo la reducción. paralela de la mortalidad, aún más pronunciada, pudo mantener la escala de crecimiento. La situación de esta moral familiar empeoró con la crisis mundial que estalló en 1929', con su secuela d,e paro y de encarecimiento de la vida. Los regímenes totalitarios - Italia y Alemania - reaccionaron estimulando la nupcialidad y la natalidad, mientras el malthusianismo práctico señoreaba en las democracias, haciendo descender de manera alarmante los coeficientes de repro– ducción. La segunda guerra mundial fue mucho más catastr6fica que la primera para los beligerantes europeos. Tuvo su prólogo en el mi116n de víctimas de la 1guerira civil española. Las pérdidas por efecto de acciones bélicas en toda Europa, de 1939 a 1945, se calculan en unos 25 millones, de los que corresponden 14 a Rusia y 3 y medio a Ale– mania. Hay que sumar a esa cifra los 6 millones de judíos elimi– nados por el nazismo y los demás casos de genocidio perpetrados en Yugoeslavia y en otros países, y las cuantiosas pérdidas indirectas por el excedente de defunciones sobre la cifra normal, que en Rusia se calculan en más de rr millones. Pensemos, además, en las masas humanas fugitivas, deportadas o desplazadas por los azares de la guerra (el número de personas desplazadas se elevaba en 1945 a 16 millones en Alemania, Austria e Italia). Con todo, la notable baja del coeficiente de mortalidad y la ele– vación del de natalidad en los años de la postguerra en la mayor parte de los países ha hecho que la poblaci6n recobrara su marcha ascendente, merced a la rápida reconstrucción de las grandes poten– cias y de la nueva política de colaboraci6n económica ; en el último decenio Europa se ha puesto en condiciones de absorber su excedente demográfico, creando puestos de trabajo suficientes para poner fin a la emigraci6n a ultramar. Por lo que hace a nuestro objeto, interesa hacer notar las anexio– nes efectuadas por la U. R. S. S. (pérdida de soberanía de Lituania, Letonia y Estonia), las modificaciones de fronteras en todos los esta-

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