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220 LÁZARO D~ ASPURZ 2. SANTIDAD Y CARIDAD OPERANTE Mientras toda Europa vivía del anhelo de una reforma general que viniera de arriba abajo, la verdadera reforma - la de la vida - íbase realizando de abajo arriba, calladamente, eficazmente, en un flujo ascendente que acabaría imponiéndose en Ttento y hallaría una au– téntica dirección centraíizada en los grandes papas postriclentinos. En las órdenes religiosas había precedido, en el siglo xv, el pe– ríodo de la «observancia», reclamando la vuelta a los ideales primi– tivos y la concentración espiritual en una vida de más retiro y de más sencillez. Después sucedió, en el siglo XVI, el fenómeno de la «descalcez» : franciscanos descalzos, carmelitas descalzos, agustinos descalzos, trinitarios descalzos ... Los pies desnudos fueron entonces un símbolo del ideal de pobreza penitente frente al lujo y la molicie del renacimiento, nuevo mensaje evangélico al pueblo fiel. El reli– gioso mendicante, reformado y culto, alcanzó entonces la cumbre de su prestigio en los países católicos; pensemos, por ejemplo, en los capuchinos diplomáticos que recorrían las cortes europeas en la pri– mera mitad del siglo XVII. A ,esta renovación impresionante de las órdenes antiguas vino a unirse la aparición del nuevo tipo de vida religiosa con los clérigos regulares, cuyo máximo exponente es la Compañía de Jesús, fuerza compacta y bien pertrechada al servicio de la doctrina y de la refor– ma de Trento. Agentes inmediatos de la reforma del clero, tan fun– damental, serían además los teatinos, los barnabitas, los oratorianos, y más tarde, en Francia, los sulpicianos y los eudistas. El ideal humanista de la enseñanza, hecha apostolado y obra de misericordia, haría faotar instituciones como la de las Escuelas Pías, de san José de Calasanz, y la de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, de san Juan Bautista de la Salle. La predicación popular, renovada y ejercitada en gran escala por los capuchinos y las otras reformas de las órdenes mendicantes, sería en el siglo XVII el objetivo de la Con– gregación de la Misión, de san Vicente de Paúl, y en el siglo XVIII de los redentoristas y de los pasionistas. Finalmente, el impulso de la caridad compasiva hacia el doliente y el necesitado, sello perma– nente de la verdadera Iglesia de Cristo, inspiraría las fundaciones de san Juan de Dios y de san Camilo de Lellis en el siglo XVI, y la de las Hijas de la Caridad en el xvrr.

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