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218 LÁZARO DE ASPURZ donismo pagano: «Evítese toda lascivia, de suerte que las imágenes no se pinten ni adornen con provocativa hermosura.»· Para cuando se promulgó este decreto, muchos obispos habían ya emprendido en Italia una decidida campaña de depuración del arte religioso; después las consignas tridentinas se llevan a la práctica con buen celo en todos los países 24 • Pero fue la reforma general y la misma seguridad dogmática postridentina lo que dio alas a la corriente secular del arte cristiano, una vez superada la doble crisis del cla– sicismo y del evangelismo. «Mientras el protestantismo creía poder abstenerse del arte plás– tico y edificaba solamente por medio de su fuerza espiritual íntima, el catolicismo de la contrarreforma señaló al arte una nueva misión, o más hien renov6 su antigua misi6n en la propagaci6n de la ense– ñanza de la Iglesia como aliado de la palabra» 25 • Nada más triste que aquella asfixia total de la insuperable pintura ;gótica alemana apenas extendido el luteranismo. Lo propio sucedió en los países a donde llegó la iconoclastia calvinista. Desprovisto ,el arte de su motivación religiosa, sufrió como un aturdimiento en toda el área protestante, y cuando volvió a levantar cabeza tuvo que acogerse a los cuadros de género y a temas profanos. Sólo el genio de Rembrandt l0igró dar forma a los nuevos ideales ·espirituales, pero situándose en el polo opuesto de los artistas barrocos contemporáneos ; es el suyo un men– saje estético personalísimo, en que las escenas bíblicas, más que contempladas místicamente, se descri6en desentrañadas, como sor– prendidas en un cuadro escénico inesperado. Pero la unidad del arte quedaba rota. «El arte religioso había sido, durante siglos, un arte total; en adelante habrá un arte reli– gioso y un arte profano» 26 • Si bien es la misma fe común la que sigue inspirando el arte de los países católicos en todo el siglo xv;n, la interpretación, sin em– bargo, es muy diferente en unos y en otros. En Italia persisten las reminiscencias mitológicas, menos descaradas que en los días de Julio II, y persiste también el ideal heroico de gran gesto y el des– nudo como factor imprescindible de ese mismo ideal ; la estética de 24. Cfr. R. M.o. de HORNEDO, SI: Ei arte en Trento. En «Raz6n y Fe», 131 (1945) 203-232. - E. KIRSCHBAUM, SI: L'influsso del Concilio di Trento nell'arte. En: «Gre– gorianum», 26 (1945) 100-116. 25. W. WEISBACH, o. c., 58. 26. E. Míu.E, o. c., 5. - Cfr. G. SCHNÜRER : Katholische Kirche una Kuztwr ID der Baroclizett (Paderbom, 1959) 82.

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