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EUROPA P,0,STRIDEN'fINA 217 flamencas : pura meditaci6n franciscana, ganosa de intensidad y de inmediatez; más lenta, pero no menos patente, aparece la huella del subjetivismo en la plástica del siglo xv. 1 Está demostrado que la arquitectura italiana del siglo XVI venía preludiándose en los edificios toscanos desde los tiempos del romá– nico. La arquitectura española pasa, sin verdadera soluci6n de con– tinuidad, del gótico al plateresco y del plateresco al barroco, con sola la adición de· 1os motivos clásicos restaurados por el renaci– miento. El estilo herreriano, por mucho que se pretenda, esta:ba lejos de ser un producto espontáneo del genio nacional .2a. Esa evolución di¡: lo m_edieval .a lo barroco s,e aprecia, más claramente todavía, en la pintura y en la escultura de las diversas escuelas espanolas, sea en las que acusan la influencia borgoñona (gótica), sea en las empa– rentadas con la manera italiana (renacentista). El mismo renaci– miento italiano, tan saturado de clasicismo, no tardó en dar el viraje hacia el arte de entronque cristiano y europeo. La vida artística de Miguel Angel es la mejor demostración: comenzó helenizando y ter– minó barroquizando a pesar suyo. El naturalismo clasicista del re– nacimiento dejará,, con todo, su herencia inconfundible : perfección técnica, sensualismo de forma, recursos escénicos. El barroco, en suma, no es sino una etapa, la última quizá, de la evoluci6n del genuino arte cristiano, de ese arte que veía la medida de las cosas, no en el hombre, como d clasicismo helénico, sino en la .esfera de lo divino: arte idealista, amante de violentar la natura– leza, arte objetivo, por ooedecer los dictados de la fe, .pero de un objetivismo cada vez más razonador, cada vez más abajado a las exigencias de la contemplación subjetiva del pueblo fiel. Comenzó siendo pura deshumanización de misterio en el período :bizantino, hízose plasticidad de simbolismo terreno en el románico, transfor– móse en expresión cívica y meditación del «anima devota» en el gó– tico, y terminó siendo pasión mística, hipérbole de expresión, en el barroco. Trento no creó el barroco, pero le dejó expedito el campo al ratificar, en la última sesión, la le;gitimidad del culto de las imá– genes y proscribir en el arte sacro todo lo que pudiera inducir a error, fomentar la superstición o profanar el lugar santo con el he- 23. Es la conclusión que se impone al repasar el r•eciente V'Olumen de don J os~ CAMÓN AZNAR: La arquitect?Jra y la orfebrería españolas del sigla XVI. Summa Artis, vol. XVII. Madrid, 1959.

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