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EUROPA PO_STRIDENTINA 20'9 En el otro extremo vinieron a colocarse los fautores del fideísmo tradicionalista, que no reconocían otras fuentes seguras del conoci– miento que las de la revelación sobrenatural, y los ontologistas, con– tinuadores de la filosofía de Malebranche, q".le recurrían a una per– cepción directa e intuitiva de Dios, en cuanto ser, para fundamentar todo conocimiento. El fracaso de este ensayo apologético, tan poco científico como bien intencionado, fue más rápido que el anterior, y lo mismo que aquél hubo de caer bajo la reprobación del magisterio de la' Iglesia 18 • Menos directamente relacionado con el problema teológico central que los dos anteriores, pero más favorable en definitiva al despertar de la nueva escolástica, fue otro tercer movimiento intelectual, el de la teología romántica de los primeros decenios del siglo XIXi ; señaló una reacción decidida contra el racionalismo del Aufkléirung y sus infiltraciones en el terreno religioso. Concebía el cristianismo, no como un conjunto de proposiciones abstractas, sino como una vida, y una vida que afecta a todo el hombre : mente, sentimiento, medio social y proyección histórica. La teología es dogma y es dinamismo vital, vuelo místico y servicio humano. De aquí la importancia del factor hist6rico. Los centros· principales donde se desarrolló el ro– manticismo teológico fueron Lucerna, Maguncia, Bamberga, Munich y Tubinga ; los más insignes representantes, Juan Sebastián Drey y Juan Adam Mohler, ambos de la escuela católica de Tubinga, que se proponía hallar el equilibrio entre la especulación y la historia iu. Todo estaba preparado para un resurgir teológico fecundo ; pero en medio de aquel sucederse de concepciones filosóficas contradicto– rias, tan inadecuadas para servir de sostén racional al dogma, hacíase sentir imperiosamente la necesidad de una renovación de la filosofía cristiana. Lentamente se puso en marcha la neo-escolástica, abierta a las aportaciones científicas, y recibió vida nueva el tomismo, por obra sobre todo de León XIII. Para entonces el Concilio Vaticano, con una labor semejante a la del Tridentino en la eliminación de erro– res y fijación de principios, había dejado expedito el camino al teó– logo moderno. De momento ocupó la atención primordial la apologé– tica ; después fueron ventilándose problemas internos que provocaron animadas polémicas, como el de la salvación de los infieles negativos, el ,del anáEsis del acto de fe, la causalidad de los sacramentos, la 18. E. HoCEm:z, o. c., II, 69-158 19. E, HOCEDEZ, o, c., II, 205-251.

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