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208 dzARb DE ASPURZ de crisis, en parte sa:udable, sobre todo en los países germánicos. Y es que la filosofía escolástica, de espaldas al rápido desarrollo de las ciencias positivas, cada día más reducida en su campo de visión, ofrecía al teólogo un sostén racional sumamente pobre en comparación de los nuevos rumbos abiertos por las ideas de Descartes, Leibnitz, Wolf y Kant. Eran, por lo demás, tiempos de crisis total en la concepción de las estructuras fundamentales de la Iglesia por obra del galicanismo, del regalismo y del febronianismo: autoridad pontificia, atribuciones episcopales, estado religioso, relaciones entre Iglesia y Estado. Otra vez la palabra reforma volvía a ser el santo y seña como en el otoño de la Edad Media, ahora en forma de programa regalista en Austria, en Francia, en España, en los estados de Italia. En 1774 el empera– dor José II imponía a todas las universidades del territorio austríaco un nuevo plan de estud:os, elaborado por el abad benedictino Esteban Rautenstrauch, en que se reorganizaba enteramente la enseñanza de la teología : quedaba proscrito en absoluto el método escolástico, limi– tábase el estudio de la dogmática, introducíanse nuevas disciplinas teológicas de carácter positivo. Así aparecieron en el programa de estudios de los seminar:os la historia de la Iglesia, la patrología, la exégesis bíblica, la homilética, la catequesis y la teología pastoral. Es cierto que hahía una intención regalista en aquel plan revolucio– nario 16 , es cierto también que buen número de profesores y escritores católicos vieron en aquella desvinculación de los cauces tradicionales una puerta abierta para lanzarse por el camino del racionalismo ; pero no puede negarse que el paso era necesario y daría sus frutos en la centuria siguiente, una vez superada la época de las grandes revoluciones lioerales. Como ern de esperar, no faltó un esfuerzo por hermanar la ciencia cristiana con las nuevas filosofías, sobre todo al difundirse las con– cepciones idealistas de Schelling, Jacobi y Hegel, que a primera vista parecían ofrecer buenos puntos de apoyo contra el racionalismo ante– rior. El fracaso fue total ; Jorge Hermes y Antonio Günther han pasado a la historia con sus sistemas como dos experiencias aleccio– nadoras de que no cabe una teología verdadera si no es sostenida en la aceptación objetiva, por la fe, de la revelación sdhrenatural 17 • 16. M. GRAllMANN, o. c., 26E. 17. E. HoCEDEz, SI: H-lsto,re de la Théologie au XIX• siecle. I (Bruxelles-Paris, 1948) 131-203; II Br.-P., 1952) 27-59.

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