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EUROPA POSTTRIDEN'.rINA 205 nista, alistado en el círculo espiritual de Pole, Vittoria Colonna y demás figuras del movimiento «evangélico» . En la defensa de las ideas de san Agustín hadanles coro los servitas y algunos otros no comprometidos en los bandos tomista o escotista. Llevaron la con– traria a la mayoría en las congregaciones preparatorias de los decre– tos fundamentales sobre el pecado original y la justificación (5." y 6.ª sesi6n). Los puntos de vista de Seripando sobre la concupiscencia– pecado y sobre la doble justicia fueron tachados de luteranismo mi– tigado y totalmente rechazados, no obstante el apoyo recibido del cardenal Pole, uno de los legados presidentes del Concilio. A duras penas pudo evitarse una condenaci6n expresa. Hubo un momento en que Seripando tuvo que hacer frente a un ataque a fondo contra el agustinismo como tal. Estos reveses en la competencia de escuelas no mermaron un ápice el prestigio personal del gran te6logo, antes pusieron de manifiesto su grandeza de alma y su adhesi6n a la Igle– sia ; una buena parte del texto de los decretos dqgmáticos centrales fue obra suya; en la tercera etapa del Concilio, ya cardenal, llegó a tomar la direcci6n como segundo presidente 11 • * * * Quedaha demostrado que la conjunción agustinismo-humanismo resultaba arriesgada en aquella coyuntura histórica. El gran esplen– dor teol6gico del siglo xvr había de venir, estaba ya en marcha, por el otro binomio de más difícil reconciliaci6n : humanismo-escolástica. Y este feliz consorcio inicióse en España en los primeros años del siglo, gracias a los nuevos rumbos tomados por las ciencias sagradas bajo el impulso de Cisneros con la creaci6n de la universidad de Alcalá. «La teología española del siglo de oro - ha escrito Graomann - representa la deseada unión de la escolástica con el humanismo y es, a la vez, renacimiento y continuación de la teología del si– glo xm» 12 • La auténtica reforma, en pleno rendimiento en España , como en Italia, mucho antes de que Lutero dejara oír su grito rebelde, puso a las grandes órdenes religiosas en condiciones de llevar la teo– logía a una nueva edad de oro. Dominicos y franciscanos primero, agustinos, jesuitas y carmelitas después, le prestarían sus mejores adalides. n. H. LENNERZ, SI : De. Congregationibus theologorum in Conctuo Tridentino. En : «Gregorianum», 26 (1945) 7-21. - C. BOYER, SI : U dibattito suHa concupiscenza. Ibid., 47-84. - E. S:tAIKEM~YER: Der Kampf um Augustin. Augus4fnus und die Augus– tine, auj den Tridentinum. Paderborn, 1937. - J. MERCIER: Seripando Jer6me. En; «Dict. de Théol. Cath.», XIV, 1923-1939. 12. Historia de la Teología católica, p. 182.

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