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202 LÁZARO Dli: ASPURZ dechado del humanista cristiano, al mismo tiempo que se mofaba de los escolásticos. Boccaccio, el otro fundador del renacimiento italiano, paganizante y todo, estuvo en relación íntima con los agustinos y profesó gran entusiasmo por el obispo de Hipona. El sensual e incrédu– lo Beccadelli saludaba en Platón al «príncipe de los filósofos». El rec– tísimo Gianozzo Manetti era lector asiduo de la Ciudad de Dios, El erudito pedagogo Maffeo Vegio sentía gran veneración por el autor del «elocuente y dulce libro de las Confesiones» y termin6 pro– fesando la Regla agustiniana. Nicolás de Cusa, «el :gran platónico cristiano» 5 , se nutri6 principalmente en fuenites neoplat6nicas y agustinianas ; y en ellas bebió asimismo el piadoso cardenal Cesarini. Bessarion, el docto helénico campe6n de la unión de los orientales en el concilio de Ferrara-Florencia, fue decidido apologista de Platón. El ecléctico Tomás Parentuccelli, después papa Nicolás V, fue entu– siasta rebuscador de los escritos de san Agustín. Pomponio Leto, el or¡gulloso enamorado de la Roma pagana, cultivó la filosofía platónica. Platónicos hasta la caricatura fueron Marsilio Ficino y sus secuaces, que llegaron a colocar al gran filósofo en el número de los santos y pretendieron que sus escritos fueran leídos en la iglesia junto con las perícopas dominicales. En este entusiasmo distinguióse la Academia Plat6nic,a de Florencia, cuyo más brillante representante fue Pico de la Mirándola 6 • La lista podría extenderse, pero baste añadir los nombres egregios de Erasmo, editor de las obras de san Agustín, y de su admirador Luis Vives, que escribió un comentario a la Ciudad de Dios, la obra patrística más leída por los humanistas de todos los países. Historiadores recientes han llegado a ver en esta vuelta cons– ciente a Platón y a san Agustín, así como en el impulso dado al estu– dio de las fuentes de la revelación en los círculos humanistas, un auténtico movimiento apologético, salvador, frente al averroísmo aris– totélico, que amenazaba la esencia misma del cristianismo 7 • Clara atmósfera de humanismo platónico y agustiniano respirá– base asimismo en otros núcleos más espirituales, orientados hacia la caridad, como los «Oratorios del Divino Amor», que se •extendie- 5. M. GRÍ\BMANN : Historia de la Teología cat6lica (Madrid, 1940) 149. 180-182. 6. L. PASTOR: Historia de los Papas, I, 108-138, 158, 161, 406, 457; II, 22 s; V, 7. Cfr. ZABUGHIN: n cristianesimo durante ii rinascimento; Milano, 1924. J. ToF– conwo Convegno Nazionale di Studi ml RiT¡ascimento. Firenze, 1940. - F. KLIMKE: FANI : Storia dell'Humanesimo del XIII al XVI secolo. Napdli, 1933. - 11.tti del Se– Historia de la Filosofia (Barcelona 1947) 840s.

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