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Dios el bien, fuente de todo bien 81 El abad de Claraval formula, como algo definitivamente sentado, el principio platónico-patrístico de que « para Dios es lo mismo ser que ser el bien»; y añade: « Sólo Dios es bueno, porque es bueno por sí mismo». Y lo llama reiteradamente omne bonum et summum bonum 5 • Pero lo que más cerca le coloca de la enseñanza de san Francisco es su insistencia en que, siendo Dios la fuente de todo' bien, a él debemos atribuir todo el bien que hallamos en nosotros, «.ya sea de naturaleza ya sea de gracia». No hay, por lo tanto, motivo para gloriarse en ningún caso por el bien que realizamos (lo repite espe– cialmente en sus cartas). « Nadie desee ser alabado en esta vida, ya que robas a Dios todo cuanto aquí lo atribuyes a ti sin referirlo a Dios». En consecuencia hay que alegrarse más del bien ajeno que del propio 6 • Un anticipo textual de las Admoniciones 21 y 28 podemos ver en esta sentencia de san Bernardo: « Es más útil esconder que mani– festar el bien que quizá tenemos » 7 • He indicado el precedente peligroso sentado por Platón al soslayar el problema del mal y abrir la puerta a la solución, cómoda pero trágica, de contraponer al principio bueno, que es Dios, un principio malo, causante del mal. En efecto, el dualismo ha venido acechando al cristianismo ya desde el comienzo, no obstante el principio ine– quívoco proclamado por san Pablo: « Todo lo que Dios ha creado es bueno» (1 Tim4,4), y el artículo de fe profesado por los bautizados desde la época apostólica: Dios creador de todo cuanto existe. Esa concepción extracristiana, que se infiltró en el siglo segundo con el gnosticismo y en el siglo cuarto con el priscilianismo y el maniqueísmo, volvió a rebrotar en el siglo doce con el catarismo, presente en mayor o menor grado en los varios movimientos ca– rismáticos de ese tiempo, especialmente en los albigenses y valdenses. En 1215, Inocencio III hizo insertar en el capítulo primero del concilio IV de Letrán el contenido fundamental de la profesión de Miscell. 186: ML 40, 827-829 (entre las obras atribuídas a san Agustín); 176, 241s; 177, 582s. 5 De nat,ura et dignitate amoris 5; In antiph. Salve Regina 1, 5; Sermo de miseria humana 5: ML 184, 388, 1064, 1113, 1203. 6 Epistolae: ML 182 (ver Indice): Serm. in Cantica: ML 183, 833, 836s, 1019. 1 Serm. de Adventu Domini IV: ML 183, 48.

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