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100 Iriarte añadía: « Si no amo suficientemente y no me gozo del bien del otro, y no me entristezco de su mal..., falto a la caridad y en mí dismi– nuye el bien ». Fray Gil repite un concepto, que puede tener cierto matiz ascé– tico negativo, como algunas de sus sentencias sobre otros temas: « Has de pedir a Dios que no te conceda muchos bienes en esta vida, para que no te veas envuelto en duras luchas y pierdas el premio mayor » - « Hemos de estar más temerosos de los bienes que de los males, dada nuestra propensión al mal y nuestra resistencia al bien» 1'5. Salimbene recoge en su Crónioa un dicho de fray Gil en relación con esa prevención sobre el peligro de envanecerse de los bienes o de abusar de ellos: « Grande gracia es no tener gracia alguna» 16 • Cier– tamente, en esto, no había asimilado el fondo evangélico de las ense– ñanzas de Francisco, tan agradecido a los dones de Dios en sí y en los demás. Con san Buenaventura es la teología la que viene a quedar enri– quecida con la contemplación franciscana del sumo Bien. Es difícil, ciertamente, deslindar en los escritos del doctor seráfico lo que le viene de la tradición platónica, a través de san Agustín, del Pseudo– Dionisio y de la escuela de San Víctor, de lo que es fruto de su contemplación personal y del clima espiritual creado por san Fran– cisco; pero la sintonía con los conceptos de éste es completa. En 1a estructura filosófica bonaventuriana el Bien esencial se identifica con el ser; es unum, verum, pulchrum; y no puede menos de ser summum y totale. Dios es el Bien, el sumo Bien (lo repite muchas veces), todo bien, bien de todos los bienes, el solo bueno, plenitud y suficiencia de bien, causa y fin de cuanto bien existe, autor y fuente de todo bien. Es la Bondad. Siendo el Bien diffusivum sui, esa Bondad fontal se difunde a los seres en fuerza de una expansión voluntaria, « impri– me bondad en cada cosa». Las creaturas son todas buenas en sí mismas, pero no por sí mismas, sino « buenas por participación », en cuanto proceden de Dios, ya que « toda bondad viene de Dios». 15 Dicta beati Aegidii, Ed. Quaracchi 1905, p. 25s, 92-94, 97s, 99, 102, 104, 119. " Crónica, ed. MGH SS XXXII, 184.

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