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80 Iriarte Más tarde escribirá, asimismo, san Isidoro de Sevilla un tratado De summo bono, razonando por qué corresponde a Dios, y única– mente a él, la denominación de sumo Bien 1 • Particularmente adquiere carta de naturaleza en los santos padres el principio de que Dios ha creado « porque es bueno » y no hay otra razón satisfactoria del hecho de la creación sino la bondad del Creador, o como lo había expresado ya san Ireneo en el siglo 11: « la necesidad de tener alguien a quien comunicar sus beneficios » 2 • Pero quien más a fondo teologiz6 el pensamiento plat6nico y mayor influjo ejerció en los escritores de la edad media fue el Pseudo-Dionisio Areopagita. En su libro De divinis nominibus asigna a Dios, como primario y esencial, el nombre de to agathon. Dios es el Bien sustancial; la bondad es la misma esencia divina, la razón de ser de la divinidad; y, por eso, como el sol difunde la luz, Dios difunde la bondad en todo lo existente. Todos los seres proceden de esa bondad fontal. Y Dios es el « Bien supremo de todos los bienes», el « sumo Bien ». Como causa universal que es, « por razón de la excelencia de su bondad, ama todas las cosas, crea todo, perfecciona todo, contiene todo, atrae todo a sí; es el mismo amor de Dios, bondad de bondad, bien para el bien» 3 • Pasando por alto otros escritores medievales, deudores en mayor o menor grado a. la tradición patrística, interesa recoger las ideas y las expresiones de dos que ciertamente dejaron su huella eri la época precursora del franciscanismo: Hugo de San Víctor (t 1114) y san Bernardo de Claraval (t 1153). El místico de la escuela de San Víctor, en varias de sus elucu– braciones características, mitad especulación mitad contemplación, habla de Dios como bien, y se expresa en términos idénticos a los que vamos a encontrar en los escritos de san Francisco. Dios es ipsum bonum, universale bonum, omne bonum, omne verum bonum; summum bonum, in qua est omne bonum et totum et solum bonum; simplex bonum, quod est omne bonum, et satis est 4. 'Véase A. GARDEIL, Bien (Le); en Dict. Théol. Cath., 11, Paris 1910, 825-836. 2 Adv. haereses, 4, 14, 1; MG 7, 1010. Véase HILARIO, In psal. 2, 15: ML 9, 269; GREGORIO NAz., Orationes 38, 9: MG 36, 320; AGUSTIN, De civ. Dei 11, 24; ML 41, 338; GENNADIO, Lib. eccles. dogmatum 10: ML 58, 983; JUAN DAMASCENO, De fide orthod.: MG 94, 864. 3 De div. nominibus IV: MG 3, 693-708. • De spiritu et anima 63; De sacramentis I,4; De bono summo et non summo.

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