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96 Iriarte devolver al Señor. Ante todo, Francisco « no dejaba pasar ninguna visitación del Espíritu; cuando se le presentaba, la acogía y gozaba de la dulzura que le era concedida, hasta que el Señor se lo permitía...; procuraba no recibir la gracia de Dios en vano» (2 Cel 95). Y lo propio enseñaba a los demás: « Cuando el siervo de Dios, en la oración, es visitado por el Señor con alguna nueva consolación, debe decirle: Tú, Señor, me has mandado del cielo esta dulce consolación a mí, indigno pecador: yo te la restituyo para que me la guardes, porque yo soy ladrón de tu tesoro ». También solía orar: « Señor, quítame el bien tuyo en este mundo y consérvamelo para el futuro». Sucede a veces - añadía - que « por una merced de poco valor se pierde un bien inestimable y es causa de que nuestro bienhechor no nos lo dé ya» (2 Cel 99). Existen, además, las gracias llamadas carismáticas: expulsión de demonios, curaciones, milagros. Pero el pobre de Cristo no debe poner en ellas su complacencia, ya que Dios puede servirse para realizar tales obras aun de un pecador (Adm 5,7; Ver. Alegría 6; 2 Cel 134 ). De lo que sí vale la pena gloriarse es de « las propias debilida– des y de cargar cada día con la cruz de Cristo» (Adm 5, 8; 14,4). Por lo mismo, son gracia de Dios la persecución, la oposición de los propios hermanos, las contrariedades (RnB 16,10-21; RB 10,9-12; Adm 3, 8s; 9,1; 6,2; Carta a un min. 2,5); y hasta los malos tratos de los demonios (2 Cel 119; LP 92). Francisco reconoce haber recibido de Dios gracias excepciona– les; pero le desagrada profundamente verse honrado y alabado por ellas. « Aún puedo tener hijos e hijas», decía; y lo razonaba: « En cualquier momento que el Señor quisiera quitarme su tesoro, que me lo ha dado de préstamo, ¿ qué otra cosa me quedaría sino el cuerpo y el alma, común también a los infieles? Más aún, estoy con– vencido de que, si el Señor hubiera concedido a un ladrón o a un incrédulo las gracias que me ha concedido a mí, serían más fieles que yo al Señor» (LP 104; 2 Cel 133). 7. El don de la creación Abierto a las bellezas creadas ya antes de su conversión, fue purificando y enriqueciendo después su mirada de creyente, y ésta le hizo mirar la creación entera llena de la bondad del sumo Bien.

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