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94 Iriarte gracia para hablar, discreción, nobleza de espíritu; todo ello realzado por las virtudes evangélicas, en las que era muy aventajado. « San Francisco lo amaba mucho»; pero vigiLaba sobre él para que « no se le subiera la vanagloria por causa de los muchos dones y gracias que el Señor le concedía ». Por ello en una ocasión le hizo poner en juego todas sus habilidades en servicio de los hermanos del eremi– torio: atender a la puerta, ir por la limosna, hacer la cocina. Así ellos podían entregarse con toda paz a la contemplación, según la gracia que Dios les había dado (Flor 12). En realidad le encomendó el oficio de madre, tal como prescribía el reglamento de los eremitorios. Los dones de naturaleza, por sí solos, nos obligan a amar a Dios con ánimo agradecido, « ya que nos ha dado a todos nosotros todo el cuerpo, toda el alma y toda la vida» (RnB 23,8). Nos da la salud; pero también la enfermedad es don suyo. Por ello « el hermano en– fermo ha de dar gracias al Creador por todo, deseando estar tal como el Señor le quiere, sano o enfermo... » (RnB 10,3). Es lo que hacía al Poverello conservarse en paz y gozo inalterable en medio de sus males físicos. Entre las cualidades morales Francisco apreciaba, de manera especial, aquellas que disponen el espíritu para vivir según el evan– gelio: la sinceridad, la sencillez, la cortesía, la alegría, la liberalidad... Mostraba preferencia por las personas adornadas de tales dones de Dios. Para la vida en fraternidad eran preciosas esas cualidades hu– manas. También lo era la gracia de servir a los hermanos, que no todos la tenían en el mismo grado (cf RnB 9,11). Y, muy importante, la gracia de trabajar (RB 5,1). Todo hermano está obligado a darse al trabajo para colaborar al bien de todos y evitar la ociosidad; pero Francisco considera don de Dios muy de estimar la disposición y preparnción personal para el trabajo, el saber un oficio. Cada hermap.o debe seguir ejercitando el que tenía cuando Dios lo llamó a la fraternidad; y los que no saben ninguno, deben aprenderlo (RnB 7,3; Tes 20s.). Claro está que, además del trabajo manual, forman parte de esa misma « gracia » otras ocupa– ciones y servicios: el trabajo espiritual del contemplativo, el trabajo intelectual del hombre de estudio, el trabajo ministerial (RnB 17,5; 9 C 2). Y es también« trabajo» el ir por la limosna (RnB 9,9). La gracia de trabajar estaba en relación con el don del tiempo, del cual hacía gran aprecio Francisco: « estaba atento a utilizar todos
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