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diada a través de su Regla, de su historia y de la mente de los últimos Romanos Pontífices; 3.ª Es digno de lamentar que no abunden estudios serios y de propaganda sobre la misma; 4.ª Juzgamos muy conveniente que la Orden Tercera quede dividida en varias secciones, por lo menos de hombres maduros y de jóvenes; 5.ª Precisa proclamar bien alto que la finalidad de la Orden Tercera es doble y dice relación por igual a la santificación individual y al apostolado entre los demás en todos sus aspectos; 6." La Orden Tercera en nuestros conventos debe ser, como lo quieren los Superiores Generales, el principal medio de apostolado, procurando mar– ginalmente a ella encuadrar las restantes fuerzas apostólicas; 7.ª La vida de la Orden Tercera fuera de nuestros conventos reviste di– ficultades no despreciables y hoy por hoy no se ve fácil solución al problema. La situación de la Orden Tercera hay que mirarla con optimismo. Nada impide que 'en nuestros conventos florezca y dé abundantísimos frutos. León XIII, Pío X y Benedicto XV creyeron encontrar en ella el remedio adecuado a las necesidades modernas. Indiscutiblemente, en estos ochenta últimos años ha producido no pequeños servicios a la Iglesia. Pío XI ideó otro medio de apos– tolado para recristianizar a la sociedad: la Acción Católica. También ella ha dado sazonados frutos, si bien también ella se ve en no pocas partes con vida lánguida. Pío XII piensa en el Mundo Mejor. Indiscutiblemente también, su programación arrastrará a muchos hacia la generosidad. Mas la hora de la Orden Tercera, la de la Acción Católica v la del Mundo Mejor como índice del movimiento cristiano ha pasado, pasa o pasará. Ni nos hemos de entristecer por ello. Demos gracias a Dios que la vida de la Iglesia no depende, ni de la Orden Tercera Franciscana, ni de la Acción Ca– tólica específica ni del Mundo Mejor. Todas esas tendencias han producido, producen y seguirán produciendo abundantísimos frutos, cada una en su es– fera. Mas el solemne caminar de la Iglesia, por ninguno de ellos es absorbido. Tal vez el futuro sucesor de Pedro dé importancia singular a otro medio de apostolado. Mezquinos seríamos si considerásemos la vida de la Iglesia depen– diendo de determinados medios humanos. El Señor va inspirando nuevas reali– zaciones, no para acabar con las antiguas, sino para dar impulsos de juven– tud creciente a su Esp0sa. A nosotros toca seguir sus insinuaciones y trabajar con denodado esfuerzo en la parcela que la divina providencia por medio de los Papas nos ha encargado. Y esta es la Orden Tercera. Lo da a entender por lo demás la hermosísima circular que los cuatro Su– periores Generales Franciscanos dirigieron el 17 de septiembre de 1951: El cuidado de la Orden Tercera es el primero y principal negocio del apostolado de nuestra Orden Seráfica. Y poco antes: El que no reconociera esta obliga– ción en conciencia de promover y extender la Orden Tercera, habría claudica– do en su propia vocación, haría traición a la obra del Seráfico Padre y privaría a las almas de muchos bienes.
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