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2I apostolado e~ esenciai a Íá Orden 'fercera y que 6sta necesita ae e1 para en,il.... «Ipse Tertius Ordo Franciscalis apostolatu eget, secus moritunJ, Cambio de directores. Son indiscutibles la ventajas que lleva consigo el sistema de ser el Superior de la casa el director de la Orden Tercera. Mas tam~ bién entraña no pocas dificultades. Y entre ellas queremos apuntar una: la movilidad de directores. Cada tres años uno nuevo. Y es imposible que en tres años formen hermandades verdaderamente florecientes y apostólicas, que cuen– ten a la vez con la misma línea directiva permanente, Halaga a los terciarios que el Supe::-ior de la casa sea quien les dirija. Creemos esto, más en los de cierta edad que eri los jóvenes. Mas tal vez ello repercuta sensiblemente en la marcha de la Hermandad, por la inestabilidad del guía. Reuniones mensuales, congresos, asambleas. Tal vez, y esto lo decirnos sólo como sugerencia, también adolecen las reuniones mensuales de un poco· aca– demismo. Hoy que tanto gusta el diálogo y los círculos de estudio animados. Las palabras del director no pueden revestir carácter de sermón. Deben ser sencillas instrucciones. ¿Y no podrían organizarse asambleas con más partici– pación activa de los miembros? Como aconsejan los Superiores Generales, los congresos de terciarios sean frecuentes. La no jerarquización de la Orden Tercera. Por ser sinceros, vemos en la misma organización de la Orden Tercera un formidable obstáculo, que moder• namoo.te dificulta en serio la expansión de esta institución. Lo juzgamos casi imposible de vencer. Y es éste, a nuestro entender, el principal obstáculo para que alcance la enorme difusión que imaginaron algunos de los últimos Papas. ¿Solución? Los Romanos Pontífices quisieron que los mismos sacer– dotes dirigieran las Hermandades. Nuestros Padres Generales insisten en ello y aun quieren que se haga propaganda de la Orden Tercera en los seminarios. Hoy por hoy todo esto es poco menos que imposible. Buena voluntad existe en todos. Mas la realización de tales normas se nos antoja muy difícil. ¿ Para ser cristianos hay que ser primero franciscanos? Es la última ob– jeción que queremos señalar. Que existen muchos fieles que gustan de la es– piritualidad franciscana, que están enamorados de san Francisco, y a ·quienes su espíritu les lleva al amor de Cristo y a la observancia del evangelio, no es difícil imaginar. Mas que se ofrezca a todos los cristianos como vía ordinaria el franciscanismo, ya no aparece tan claro a muchas mentes del siglo actual. Hoy que tanto se habla del Cuerpo Místico, de espiritualidad cristiana, despo– jada de añadiduras con que los siglos la han vestido, etc., etc., no a todos gustará qve se mencione frecuentemente el término franciscano. Y como con.clusión. . . ..de cuanto hemos estudiado en el presente curso académico no¡; atreve– mos a establecer las siguientes proposiciones: Í.ª La Orden Tercera todavía conserva íntegra su eficacia multisecular en orden a la santificación de sus miembros y apostolado entre los demás, debido al espíritu franciscano y eminentemente evangélico que la anima; 2.ª Para estimarla en su justa medida necesita de todo punto ser estu•
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