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20 Dificultades Mas, pui· otra parte, ·negar 1as dificultades que hoy se oponen al des– arrollo de la Orden Tercera sería desconectarse de la realidad. Existen obstáculos reales. No todos de igual importancia. Examinemos su– cintamente algunos. El mismo nombre de Venerable Orden Tercera tal vez no suene demasiado bien a oídos de jóvenes del siglo veinte. Será porque en sí mismo ofrece título inadaptado. Será porque a tal nombre hemos visto en muchas ocasiones acom– pañar un grupo de personas ya mayores y aun ancianas y muy pocos jóvenes. No entramos en discusiones. Mas, lo repetimos, el mismo nombre tal vez en– trañe ya desde un principio un aspecto no atrayente, a lo menos hasta que no se cuenten en sus filas numerosos jóvenes que le den más alegría y opti– mismo ante la vida. El escapulario. Para los Jovenes no es muy atrayente verse con el escapu– lario tal como hoy se usa. En el siglo XIII y otros siglos usaron los terciarios trajes talares. Modernamente ha creído la Iglesia que ya no era actuales y los ha cambiado por el presente. Mas se puede preguntar: . ¿ el escapulario exterior (y aun el interior para ciertas épocas del año, v. gr., para las playas, para trabajar en las rudas faenas del campo en los meses de julio y agosto, etc.) no repele a muchas personas, máxime jóvenes? ¿ Cómo hacer que los jóvenes vayan con sus escapularios a las funciones y menos aún a las procesiones? Convendrá distinguir ambientes y lugares; mas en no pocos el escapulario tal vez ya no resulte actual. Naturalmente que el cambio no lo puede hacer el director, sino la autoridad competente. Sólo exponemos dificultades. No indicamos remedios. ¿La insignia o para las mujeres algún traje parecido al hábito de San Antonio no podría substituir al actual? Comprendemos las dificultades que ello entraña. Sugerimos ideas. La indiscriminación de edad. Otro inconveniente con que cuenta en muchos lugares la Orden Tercera. No pretendamos que los vóvenes vayan a las reunio– nes con los de edad madura y aun con los ancianos. Necesario es formar gru– pos aparte, si no queremos que nuestras Hermandades den ciertamente el tono de seriedad, de religiosidad y de entereza, mas a la vez de edad adulta y hasta de decrepitud. Ni puede hablarse con calor de la Orden Tercera a quien tiene veinte años cuando las asambleas dan impresión no de cristianos que quieren enfrentarse cristianamente con la vida, sino de hombres que, desengañados de la vida, se refugian en la piedad. ¿ Celebración de asambleas en días diversos, por lo menos hasta que la Hermandad cuente con suficiente número de jóvenes? Quizás fuera en algunos lugares la solución. Falta de apostolado. Hermandades en que bulle el espíritu de apostolado van florecientes. Donde no existe, sufre la vida social de los miembros. Sería injusto afirmar que entonces los miembros individualmente no cumplen con sus deberes en la familia y en la sociedad con el buen ejemplo y con la obser– vancia de los mandamientos en el oficio que cada cual posee. Mas sin apos– tolado, la vida de la Hermandad en cuanto Hermandad aménguase considera– blemente. Será difícil a veces encontrar un hueco para él , debido al acaparamiento de otras asociaciones; pero hay que proclamar bien alto que el

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