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I í- pueblo con la sabiduría cristiana. Por lo cual, donde quiera que se trabaje para que esta Orden tome más fuerza y florezca mas y más, se puede esperar justamente óptimos frutos para la salud común, y os exhortamos a que más y más pongáis toda vuestra: diligencia en cosa_ tan útil». La Orden Tercera es el instrumento providencial para nuestros tiempos. Trabajar por su difusión es trabajar por el reinado de Cristo y de su Iglesia. «Queremos que la Orden Tercera adquiera incremento. Porque, ¿qué mejor para estos tiempos, cuando ya en la vida familiar, ya en las relaciones mutuas de los ciudadanos, ya en la administración de la república, reina tan gran negligencia y desprecio de los ins– titutos cristianos?; ¿qué mejor, decimos, que fortalecer más y más esta hermandad, que puede difundir por todas las ciudades el es– píritu de sabiduría y disciplina cristiana? Os exhortamos más y más a que os preocupéis con toda diligencia para que otros muchos den el nombre a esta Orden Tercera, y los que ya lo han dado progresen como diligentes discípulos de tan gran maestro». La misma línea de conducta resplandece, pues, en Pío X con relación a su glorioso antecesor. Papas excepcionales, de amplia mirada, actualísimos. Y que a la vez recomiendan vivamente la venerable institución como algo inhe– rente a su plan de reforma en la Iglesia. BENEDICTO XV En su corto reinado Benedicto XV tampoco se olvidó de lós terciarios. Más, escribió, siguiendo las huellas de León XIII, una carta encíclica sobre la Orden Tercera, dirigida a todos los patriarcas, arzobispos, obispos etc., con la fórmula en uso en tales ocasiones. Fué el origen la conmemoración del séptimo centenario de su fundación. Benedicto XV desea que todos los cristianos encuadren en las filas francis– canas. «Exhortamos a los hijos de la Iglesia a que abracen este ins– tituto de tan gran Santo y a que permanezcan fieles a él, ya que tan admirablemente corresponde a las necesidades de la sociedad actual». «No dudamos que vosotros, Venerables Hermanos, juntamente con los demás pas.tores de almas, trabajaréis con empeño para que se multipliquen las Hermandades de terciarios y se reorganicen las que ya existen si están abandonadas, y se funden otras nuevas en donde no existen, floreciendo todas por la observancia de la Regla, no menos que por el incremento numérico. E$ necesario preparar con huestes numerosas de creyentes, mediante la imitación de S. Francisco, el camino y el regreso a Cristo, corno única espe– ranza de salvación común». «Donde quiera: que haya asociaciones católicas de jóvenes, de obreros, o de señoras, únanse· a la Orden Tercera, y con el mismo espíritu de san Francisco trabajen inflamadas en el amor de la paz y de la caridad por la gloria de Jesucristo y por los intereses de .su Iglesia». «Deseamos que no haya ciudad ni villa ni aldea que no cuente con gran número de terciarios». ' Sus anhelos por la implantación y difusión de la Orden Tercera eran ma– nifestación de lo mucho que esperaba 'l Papa de ella: para la paz, para el apostolado, para el mejoramiento de las sanas costumbres, para la perfección individual, eté · ·

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