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288 L. IRIARTE manera alguna tengan síndico o procurador, o persona alguna en la tierra, de cualquier modo que se la llame, que tenga o reciba pecunia o dinero para dos hermanos o a instancia, ruego o petición de ellos o en nombre de ellos ... Sea nuestro procurador y abogado Jesucristo, nuestro Dios, y sea nuestra sustituta y abogada su dulcísima Madre, y sean todos los án– geles y santos nuestros amigos espirituales» (Const. 1536, n. 57). «No se debe hacer del dinero más estima que del fango» (n. 58). Otra opción heroica que andando el tiempo se haría insostenible en la nueva reforma, si bien el texto de las Constituciones siguió conservando las motivaciones. c) Pobreza-minoridad San Francisco dio mayor importancia a la pobreza interior, del espí– ritu, que a la exterior de las cosas materiales. «Vivir sin propio» significa para él tener el corazón verdaderamente «desapropiado», liberado de toda ambición, condicia, propia complacencia, envidia de los bienes ajenos. Las Constituciones de 1536 recogen esta doctrina; y era inculcada a los hermanos por los maestros de la primera generación. El binomio pobreza– humildad, que hallamos en los escritos de san Francisco, se expresa con el término minoridad, que quiere decir actitud evangélica de no ocupar los primeros puestos, de no estar sobre los otros, de no imponerse a ninguno, sino estar al servicio de todos, siempre disponible para hacer el bien, sin pretender ni compensaciones ni gratitud ni honores o gloria. Y también aquí el sincero retorno a san Francisco llevó a los capuchi– nos de la primera hora a una opción heroica, coherente con el ejemplo del Fundador y con su voluntad expresada fuertemente en el Testamento: la sumisión a los obispos renunciando a la exención. La base evangélica y franciscana de semejante opción la hallamos en el capítulo primero de las Constituciones de 1536: « Y puesto que nuestro Padre, todo divino, contemplaba a Dios en toda creatura, sobre todo en el hombre, más especialmente en el cristianó y de modo más singular en los sacerdotes, y aun más en el sumo Pontífice... ; por lo cual quiso, según la doctrina apostólica, que sus hermanos, por amor de Aquél que se ano– nadó por amor nuestro, estuvieran sujetos a Dios en toda creatura, y por ello los llamó hermanos menores, para que, no sólo con el corazón, se con– sideraran inferiores a todos, más aún, invitados en la Iglesia militante a las bodas del Santísimo Esposo Jesucristo, trataran de estar en el último lugar, según su consejo y ejemplo» (n. 7). Sigue a continuación la renuncia a la exención: «Considerando que la libertad que existe, en virtud de los privilegios y exenciones, de no estar sujetos a los Ordinarios, no sólo está próxima a la soberbia, sino que es enemiga de la humilde y minorítica sujeción, y muchas veces, perturbando la paz, engendra escándalo en la Iglesia de Dios, por ,lo tanto, para conformarnos al humilde Cristo cru– cificado, que vino a servirnos, hecho obediente hasta la áspera muerte

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