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FRANCISCO DE VILLALPANDO CAPUCHINO 321 El padre Zamora examina a continuación la actitud diversa que fueron tomando las universidades de las varias regiones sobre modernización de sus libros de texto en filosofía. Las otras universidades de Castilla - Alcalá, Valladolid, Santiago, Oviedo - siguieron el ejemplo de la de Salamanca, adoptando interinamen– te, como ésta, el curso de Antonio Goudin, tomista. De las universidades andaluzas la más audaz fue la de Sevilla, cuyo plan de reforma, obra de Pablo de Olavide, rechazaba de plano el método escolástico y juzgaba nece– sario completar la lógica con nociones de geometría, álgebra y trigonome– tría, imprescindibles para el subsiguiente estudio de la física; una postura similar adoptó la universidad de Granada, mientras que la de Baeza seguía aferrada al tomismo. Los planes de reforma elaborados por las universidades de la Corona de Aragón se desvinculaban totalmente de la tradición aristotélico-tomista (con excepción de la de Huesca), y preferían, como autores extranjeros, al franciscano Fortunato de Brescia y al mínimo Francisco Jacquier. Era evidente la dependencia casi absoluta de los cursos de autores no españoles: el Consejo de Castilla llegó a· la conclusión de que había que urgir la creación de manuales modernos de filosofía y ciencias de auto– res nacionales. El 28 de enero de 1778 fue cursada a las universidades una real orden, reiterando el encargo de "formar cursos completos... , pro– curando fundarlos en principios claros, sólidos e instructivos, sin adición a escuelas ni a materias im:tiles e impertinentes, que más sirven para for– mar partidos (que deben desterrarse) que para adelantar las ciencias que conviene saber" (p. 36). El Consejo habría de comprobar 1~ incapacidad de las universidades para responder a esa exigencia, y ello no tanto por falta de hombres de suficiente talla intelectual, sino por aquella supeditación a los moldes tradi– cionales, que impedía el vuelo de la crítica filosófica y del estudio científico de la realidad. Las principales universidades fueron comisionando a equipos de catedráticos la tarea de preparar el respectivo curso. El autor presenta documentalmente las vicisitudes de esos esfuerzos en las de Valladolid, Valencia, Sevilla, México y, sob:e todo, el trabajado íter del claustro de la universidad de Salamanca (pp. 59-92). Tres óbices de difícil superación - afirma - amenazaban a los responsables de la empresa: el de conocer a fondo todos los sistemas filosóficos, el factor tiempo y su mentalidad escolástica (p. 66). El atolladero del curso en gestación sería la física moder– na, que desconocían y cuyos postulados eran considerados opuestos. no sólo a los esquemas peripatéticos, sino también, en parte, a la ortodoxia. La respuesta que el Consejo no lograba obtener de los claustros univer-

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