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LÁZARO DE ASPURZ, O. F. M. CAP. ,f .:a la sombre del pabellón francés, trataba de abrirse paso en el pró- ximo Oriente, donde ofrecía una valla resistente el patronato del rey de España sobre los Santos Lugares; la reforma carmelitana, que se esforzaba por salvar en la Congregación de Italia la voca– ción misionera de la Orden, puesta en peligro por la oposición de los superiores de España; finalmente, la Orden capuchina, que ne– •Cesitaba dar salida a su expansión apostólica en el período de su mayor florecimiento y encontraba todos los pasos tomados por los dos Patronatos español y portugués, unidos bajo una misma corona. Todo el mundo pagano caía virtualmente bajo la órbita de uno u otro y ningún misionero podía realizar su vocación si no era pasan– do por Lisboa o Sevilla. Sería pueril afirmar que la Congregación de Propaganda Fide nació con la finalidad primordial de romper las barreras ibéricas; pero sí es cierto que ésta fué una de sus ·primeras preocupaciones, y es justo que así fuera. Desde su fundación en I 622 S$! preocupó el nuevo organismo de hacer llegar su influencia a todos los campos de evangelización. Hízose una distribución de territorios en nueve sectores, para cada uno de los cuales serviría de enlace una nunciatura; del nuncio de España dependerían las misiones de las Indias Occidentales, y del co– lector de Portugal las Orientales. Cada distrito tendría además un cardenal de la Congregación encargado de informar sobre sus asuntos respectivos. Cuando en 1627 fué nombrado cardenal Gil Carrillo de Alborinoz, tomó a su cargo represientar en el seno de la Congre– gación los asuntos de las misiones españolas, y lo cumplió con celo y asiduidad hasta su muerte, acaecida en diciembre de I 649. Al- bornoz supo identificarse plenamente con los principios y las as– piraciones de la Propaganda, como se echa de ver en las actas de ·1as sesiones; pero no por ello renunciaba a velar por los intereses de su Soberano. No en vano figuraba en la curia romana como el representante más autorizado del partido español, papel que supo desempeñar con celo redoblado desde que sustituyó al cardenal 13orja como embajador del Rey Católico ante el Papa. De aquí aquella situación comprometida en que muchas veces se halló, fluctuando entre su fidelidad de vasallo y sus deberes como miembro de la Congregación. Le hemos de ver, por una parte, saliendo audazmente por los fueros de la soberanía española -en el terreno político, y, por otra, colaborando eficazmente con el -8-

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