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JOSÉ OLAIZOLA GABARAIN (1883-1969) 227 organistas, la «Asociación de organistas de la Diócesis de Vitoria» que venía a revalorizar la función litúrgica del organista y a preocuparse de la conservación material de la rica herencia organística que nos legaron nuestros antepasados. Actuó en muchos casos como experto en la cons– trucción y reparación de los órganos. No cabe duda que en la galería de los organistas guipuzcoanos hay que destacar al Maestro Olaizola con piedra blanca. Al fallecimiento del Maestro Santesteban, en mayo de 1906, se convocó un concurso pa– ra cubrir la plaza de organista de la Iglesia Matriz de San Sebastián, Santa María del Coro. Tras unas reñidas pruebas de selección, por la categoría de los participantes, don José fue nombrado organista titular de dicha Parroquia, con nombramiento del Obispo de Vitoria con fecha de 11 de octubre de 1906. Improvisador inspirado en los momen– tos que le permitía la liturgia fue el organista modélico en todos los sentidos. Podrían ser suyas las palabras de un organista amigo, gran admirador de nuestro homenajeado: «Para un organista, el órgano no es un mero objeto de arte que decora o embellece; ni un instrumento más que hace música o recrea; es algo vivo que respira, que habla, que canta, que llora •.. ; es, sobre todo, ese confidente, ese amigo a quien hablo y contesta, que sintoniza conmigo y me comprende, que se es– fuerza por interpretar mis sentimientos, que llora, que ríe, que reza conmigo ... » ¡Bellísimas expresiones que descubren el papel y las posibi– lidades de humanidad y de espiritualidad que ofrece el «rey de los ins– trumentos». Como compositor de música para órgano, por su condición de improvisador, no dejó una producción orgánica muy copiosa. Con todo contamos con piezas para los distintos momentos de la misa, según el esquema tradicional de la época. En ellas sorprendemos su alma de ar– tista, amén de una profunda religiosidad y humana delicadeza. Pare– cen escritas para el Maestro las palabras del Papa Pío XII en la encíclica «Musicae sacrae disciplina»: «Al poner de relieve el valor múl– tiple de la Música y su eficacia apostólica, hemos querido expresar algo que será, sin duda, de mucho gozo y consuelo para cuantos en una u otra forma se han consagrado a ejecutarla y cultivarla. Porque todos los que componen música, según su talento artístico, o la dirigen o la expresan con la voz o la ejecutan por medio de un instrumento músico, sin duda alguna, realizan un verdadero y genuino apostolado y son acreedores a los premios y honores de los apóstoles que abundantemen– te dará a cada uno Cristo Nuestro Señor por el fiel cumplimiento de su oficio». Como pedagogo dedicó buena parte de su vida a la docencia. So– mos muchos los que le debemos nuestra primera formación musical. Su domicilio era un auténtico conservatorio de música, por el que desfila- [3]

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