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226 JOSÉ MARÍA ZAPIRAIN MARICHALAR tud, los géneros profano y religioso. Amén de ser autor de la música, algunas veces lo era también de los textos, al modo wagneriano. Compuso zarzuelas, música para ballet, estampas musicales, música coral y obras de teatro que merecieron ser premiadas en concursos de importancia artística. Sus composiciones entrañan un «ethos» personal e inconfundible hasta tanto que, aun lo que brotaba de su inspiración, parecía melódicamente popular, en el sentido más estricto de lo folkló– rico. Dejémosle hablar al Maestro, pues él mismo nos dará la explica– ción de la personalidad de su música: «En el regazo materno es donde hay que buscar la raíz de toda mi producción. Mi madre cultivaba mucho la canción popular, con predilección la sentimental. Así pren - dió en mi alma la llama de la improvisación y fruto de ella son muchas de mis producciones tanto canciones como sinfónicas y dramáticas.» La obra profana que más prestigio y fama le proporcionó, fue sin duda alguna, la ópera vasca que lleva como título «Oleskari zarra». El libreto es un poema de trama humana y religiosa a la vez. Fue pre– miado el año 1916 por el Ayuntamiento de San Sebastián en uno de los certámenes que anualmente patrocinaba la Corporación donostiarra. La partitura musical la retocó, según las exigencias de las diversas representaciones que se hicieron de la obra. En 1956 la convirtió en ópera, en tres actos, para solistas, coro mixto, ballet y orquesta sinfóni– ca. No me resisto a transcribir lo que el crítico musical de la revista «Alderdi» escribió con ocasión de la representación de la ópera, en su versión definitiva: «Olaizola podrá no ser el más músico de los vascos, pero no hay quien le quite el mérito de ser el más vasco de los músicos». En el campo de música profana escribió muchas obras «a capella» y con acompañamiento para distintos instrumentos, autóctonos y univer– sales, que se han impuesto como repertorio obligado en nuestros coros y aun en el extranjero, por la belleza de las melodías siempre originales y por la riqueza de la armonía que las ennoblece. No es el lugar de pre– sentar el catálogo de sus composiciones. Como autor de música sagrada contribuyó eficazmente a la implanta– ción de las orientaciones reformadoras que propuso el Papa San Pío X en su Motu propio «Inter pastorales officii» sobre la Música Sagrada, del 22 de noviembre de 1903. Desde los primeros momentos don José se declaró pionero de la reforma piana a través de sus múltiples activida - des. Sus obras rezuman unción intimista y religiosidad profunda. Amante del Canto Gregoriano, colaboró con el P. Otaño y otros músi– cos de la época en la renovación del repertorio litúrgico en los coros parroquiales de la Diócesis, entonces de Vitoria, introduciendo las melodías gregorianas en el pueblo para su participación en la liturgia solemne. A raíz del IV Congreso Nacional de Música Sagrada, que se celebró en Vitoria el año 1928, fundó, juntamente con otros eminentes [2]

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