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20 todavía en gran parte ligada la «ciencia)) del tiempo- las apor• taciones de los científicos modernos, desde Galileo hasta los autores contemporáneos, bien conocidos del P. Casimiro. En virtud del mismo riguroso mecanicismo, la vida vegeta– tiva y sensitiva no difieren esencialmente de los fenómenos pu– ramente materiales. El alma vegetativa no es más que el conjun– to de «espíritus vitales)) especialmente sutiles y activos. Sus ope– raciones, por tanto, no son inmanentes en sentido propio 2 ª. Otro tanto debe afirmarse del alma y de las operaciones sensi– tivas: el animal, en consecuencia, es una máquina, conforme a la concepción cartesiana 24 ; y el hombre en su porción sensi– tiva también, regida por el alma racionaI2 5 • Los supremos conceptos del ente, las categorías y las cau– sas constituyen la <<Metafísica intencionah, que se diferencia muy poco de la lógica 2 ", en oposición a la «Metafísica real», que versa sobre el espíritu humano y sus operaciones, las in– teligencias separadas y Dios. El concepto del ente es riguro– samente uno y unívoco 21 • La esencia y existencia no se distin– guen realmente entre sí; ni con distinción real menor, como lo pretenden Frassen, Mailhat y otros. Se trata sólo de una distinción conceptual, cual se da entre la esencia divina y sus atributos 28 • La unidad propia de los universales es meramente lógica, puesto que no existe a parte rei una naturaleza común a la manera de Platón o de los escotistas, ni tampoco las razones objetivas comunes de los tomistas. La abstracción consiste sim– plemente en representar diversos seres con un solo acto men– tal, no en extraer de los objetos lo común y uno, ya que en la realidad todo es individuo y singular 29 • Por la misma razón, las distinciones mentales no tienen un fundamento real en las cosas; a lo más puede afirmarse que los diversos conceptos de un mismo objeto responden a acciones diversas de ese objeto sobre nuestra mente. Tampoco se ha de concebir el universal o idea como una especie intermedia entre el objeto y el enten– dimiento. En el fenómeno cognoscitivo no hay más factores que el entendimiento por una parte y el objeto por otra: el acto mismo de entender es el concepto y el universaI3º. 2 ª Ibid. p.3, d.2, a.1 : IV, 28-41. 24 lbid. d.3, sect.2, a.l, q.3 : IV, 162-173. 25 Metaph. realis, p.l, d.3, a.l, q.l : VI, 178. 26 Metaph. intention., p.l, d.J, q.l : V, 12. 27 lbid. 11-23. 28 Ibid. d.2, a.2, q.2 : V, 46-58. 29 lbid. p.2, d.2, sect.2, a.2 : V, 125-149. ªº lbid.

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