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16 mente como representantes ele esa tendencia. Sin embargo, no en todos ellos se manifiesta explícito el propósito de conci– liación. El inglés Digby ensaya en su obra Demonstratio im– mortalitatis animae rationalis, un peripatetismo personal, muy libre. Se aproxima a Aristóteles en su noción de cantidad y de continuo; pero elimina las cualidades y permanece mecanicista en física. Ni este autor ni el mínimo Maignan muestran abier– tamente intenciones conciliatorias. Maignan hace constar en el prólogo de su Cursus philosophicus que son muy diversas las filosofías de Platón, de Aristóteles, de los atomistas, etc.; y que no se preocupa de traer autoridades a favor de su doctri– na. Su esfuerzo principal se concentra en la física, de hase ato– mística. En metafísica es marcadamente nominalista. Por el contrario, en Du Hamel y Tolomei hay un claro propósito conciliatorio. El primero se propone presentar las nuevas doctrinas con el método y las fórmulas escolásticas, de cuya utilidad está convencido. Entiende que ni Platón ni Aris– tóteles ni ningún otro filósofo han visto toda la verdad ni han dejado de ver algo. Todos ellos han alcanzado parte de la ver– dad; unos superan a otros en distintos aspectos. En este hecho funda su actitud ecléctica. Puede caracterizarse la filosofía de Du Hamel como una síntesis de platonismo, aristotelismo, car– tesianismo y atomismo. Es platónico en la teoría del conoci– miento. En las pruebas de la existencia de Dios delata huellas cartesianas. Adopta la solución aristotélica en la cuestión de los universales. Es atomista en física. Más profundo y más eficaz en su intento de armonización es el jesuíta Tolomei. Su originalidad está sobre todo en la filosofía natural. Más escolástico que Maignan en este campo, admite la teoría aristotélica de materia y forma, y en general mantiene el sistema peripatético, aunque enriqueciéndo con las aportaciones de otros sistemas, sobre todo de Gassendi y de Descartes 5 • Hay otros muchos autores en este período unidos en el común esfuerzo de aproximación entre la filosofía nueva y la antigua. En el número de éstos debe contarse el capuchino P. Casimiro de Toulouse, del que nos vamos a ocupar en estas páginas. 5 Véase una noticia general sobre Maignan, Tolomei y Du Hamel en el citado ]ANSEN, Die scholastische Philosophie, en Phil.Jahrb. 50(1937) 433-444.

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