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LOS MOTIVOS DE LA ESPERANZA CRISTIANA, SEGÚN S. PABLO 9 mejor», habiendo hecho con el nuevo pueblo una alianza mejor, con mejores promesas (2 1). La Ley no llevó nada a la perfección, no fué capaz de realizar la unión del hombre con Dios; por eso fué suplantada por una· esperanza mejor. «¡Magnífica concepción!-exclama el P. Bo– VER (22)- ; la antigua Alianza es una ley, un yugo moral impuesto al pueblo de Israel; la nueva Alianza es una esperanza: una primavera es– piritual que promete frutos abundantes de vida eterna, una aurora es– plendorosa de un día sin fin». c) arduo: el objeto de la esperanza, por lo mismo que es invisible y futuro, requiere más tensión de espíritu para no dejarse fascinar por los bienes visibles y presentes, que aunque caducos, ejercen poderoso atractivo sobre el alma por medio de los sentidos. Es preciso que el espíritu de fe se sobreponga, y diga como el Apóstol: 1( ... no ponemos 0 los ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las visibles son temporales, las invisibles eternas» (23). Esa dificultad, propia del objeto de la esperanza, hace que éstá reclame la compañía de la paciencia para no desfallecer en las tribulaciones. Por eso es muy frecuente en San Pablo la unión de la EA:rrti:; con la Ú1top.ovf¡, de la esperanza con la paciencia. La esperanza inspira pa– ciencia en las pruebas, y la páciencia a su vez nos da perseverancia en la esperanza. El influjo es mutuo. Es muy significativa a este respecto · la expresión de 1_ Thess. I, 3 ~ Ú1top.ov~ '* zhi~oc; que la Vulgata traduce «sustinentia spá = la paciencia, el aguante, la constancia que produce la esperanza. Y esa misma unión de las dos virtudes se expre– sa claramente en Rom. 8, 25: «si esperamos lo que no vemos, por la paciencia lo esperamos»; gr. ~¡' úr.0¡1ov1¡c; iú~~E;<_ó¡1c6co). Finalmente 1 el objeto de la esperanza debe ser d) posible; pues el hombre, ser racio– nal, no !iende a un objeto, si no lo apercibe como posible: y que el de la esperanza es así, lo sabe porque Dios que le invita a tender al fini le ha prometido también los, medios necesaríos para conseguirlo: y Dios es fiel ( 24). En el concepto paulino de la esperanza merece notarse con mucha atención contra los Protestantes su aspecto dmámico: no es una confian– za ciega que trate de persuadirse que en abandonándose a Dios, ya no hay más que hacer. San .Pablo recomienda la esperanza no corno un soporífero de la conciencia que se siente rea de pecado (Iafides-fzdu:. (21) Hrebr. 7, 19; 8, 6. (22) "Epí,st~kus <l,e San PaJblo". En la nota a Hehr. 7, r9. (23) 2 Ca;'. 4, 17. (24) I Cor. I, 8 s.; r 11hes,s, 5, 24.

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