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LOS MOTIVOS DE LA ESPERANZA CRISTIANA, SEGÚN S. PABLO 35 impone s<;m un motivo de esperanza; porque son pruebas de que El se cuida de nosotros, y que con ellos nos prepara por medio de la pacien.– cia para el premio. De esto se habla en Hebr. r 2, 1-I J. Tornando e¡ autor una cita de Prov. 3 1 r r s dice a sus lectores: «Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor,· y no desmayes »reprendido por El; porque el Señor, a quien ama, le reprende, y azota »a todo el que recibe por h\jo. Soportad la corrección. Como con hijos »se porta Dios con vosotros. Pues ¿qué hijo hay a quien su padre no »corrija? Pero si po os alcanzase la corrección de la cual todos han par– »ticipado, argumento es de que sois ·bastardos y no legítimok Por otra »parte, hemos tenido a nuestros padres carnales que nos corregían, y »nosotros los respetábamos: no hemos de someternos mucho más al '> Padre de los espíritus, para vivir? En efecto, aquellos, según bien les »parecía, nos corregían para proporcionarnos una felicidad de pocos »días; pero Este, mirando a nuestro provecho nos corrige, para hacer– »nos participantes de su santidad. Ninguna corrección parece por el »momento agradable, sino dolorosa; pero al fin ofrece frutos apacibles »de justicia a los ejercitados por ella» (124). ¡Qué palabras tan consoladoras! Nuestras ansias de vivir la verda– dera vida (v. 9), de participar de la santidad y felicidad de Dios (v. rn), se convierten en dulce esperanza de que lleguen a ser una realidad; pues con la paciencia y sumisión entramos en el plan de Dios, que con la corrección y el castigo nos prepara para el premio. Por eso nos dice en otro lugar: «La paciencia os es necesaria, para que cumpliendo la '»voluntad de Dios, alcanceis la promesa. No perdais vuestra confianza, »que tiene una gran recompensa» (125). Tolerad los males por Cristo, animados con la recompensa grande que ·os' está reservada en el cie– lo (126), y que debeis esperar con inmutable confianza. 4.º Finalmente tenemos un motivo de esperanza, en la a1Coxapa~oxia o expectación ansiosa de las criaturas. Expone San Pablo este mo– tivo en Rom. 8, 19-22. Es el primero de aquellos cuatro testigos que en gradación ascendente enumera el Apóstol (r 27), y que concurren a garantizar la infalibilidad de nuestra esperanza, y la futura satisfacción de nuestros anhelos: 1.º la creación material; 2.º el Espíritu Santo; 3.º el Padre; y 4.º Cristo Jesús. (124) Hebr. 12, 5-·12. (125) Hebr. IO, 35 :s. 126) Col. I, 5. (127) 8, 19-34.

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