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34 ESTUDIOS BÍBLicos.-T. de Orbiso, O. F. M. Cap. in ea legimus, et per promissiones quae in ea nobis fiunt, et per prae– mia qua e Deumservzs suis aedisse invenimus». (0p. cit., in hunc locum). Sobre esto hace una reflexión muy _atinada el P. LAGRANGE «¿Cómo Dios nos enseñaría a sufrir (patientia Scripturarum), si no tuviese el designio de coronar nuestra esperanza?» (122). Ese _mismo motivo del ejemplo está también en la mente e inten~ ción del hagiógrafo, cuando escribiendo a los hebreos, les presenta (Hebr. I 1) el glorioso catálogo de sus antepasados, ilustres por su fe: fe tan íntimamente unida con la esperanza, que comienza por definirla «la firme se'guridád de lo que se espera, y la convicción de lo que no se ve» (v. 1): fe en Dios remµ,nerador (v. 6): fe que en el Padre de los creyentes, Abraham, y los demás Patriarcas tiene por objeto las prome– sas divinas, e incluye por tanto la esperanza de _su cumplimiento; espe– ranza tanto más merit0ria cuanto más desinteresada, pues las promesas que recibieron, no se habían de cumplir en sus días, sino en la lejanía de los siglos; ellos se contentaban con mirarlas y saludarlas desde le– jos, envidiando la dichosa suerte de los que las habían de ver cumpli– das, y suspirando por su parte por la patria y ciudad del cielo, cuyo arquitecto y fundador es Dios (vv. 8-22): fe, que en el caudillo del pue– blo de Israel, Moisés, tuvo eficacia para hacerle despreciar los honores, y abrazarse con las afrentas y sufrimientos, por la esperanza del premio: «aspiciebat enim in remunerationem» (vv. 24-26). Y esa fe y esperanza es la que dió a todos los san!os del Antiguo Testamento constancia y valor en las pruebas tan diversas, prolongadas y difíciles porque atra– vesaron (vv. 32-38). Ellos no alcanzaron las promesas en sus días, mas debieron esperar a que las recibiésemos los hijos de la nueva Alianza, para lograrlas también ellos Juntamente con nosotros (vv. 39-40). Con el ejemplo de esta pléyade de testigos, que como nube luminosa nos envuelve-termina el autor exhortando a sus lectores-, preparémo– nos al combate, anhelando la gloria del triunfo, «puestos los ojos en Jesús, autor y consumador de nuestra fe, el cual después de soportar la ignominia de la Cruz, está sentado a la diestra del trono de Dios» ( 123). Esta visión de Jesús en el triunfo de la gloria, con la que el autor pone broche de oro a su galería de hombres. ilustres, inspira fortaleza en el combate, paciencia en las pruebas, y esperanza del premio. 3.º Los mismos castigo_s de Dios que como Padre a sus hijos nos (r22) M. J. LAGRANGE, E¡Atre aux Romains (in hu¡n¡c locum). (123) Hebr. 12, I 11.
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