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LOS MOTIVOS DE LA ESPERANZA CRISTIANA, SEGÚN S. PABLO 21 a los Corintios trata San Pablo ampliamente este tema, poniendo ante sus Corintios las bases de la fe, y haciéndoles apreciar la grandeza de la nueva esperanza. «Quiere-dice el P. ALLo-, afirmarlos en la roca de su esperanza, para que progresen siempre en el bien comenzado hasta el día del Señor». Y dando la razón de por qué, tanto en este ca– pítulo, como en general en sus cartas, no habla San Pablo más que de la resurrección de los justos, dice: «De la resurrección de los malos y de sus penas eternas no hace apenas mención, porque más quería esti– mular a sus convertidos por la esperanza, que encogerlos por el te– mor» (68). «Dios que por su virtud ha resucitado al Señor, nos resuci– tará también a nosotros» (69). La presencia en nosotros del Espíritu Santo, que es el Espíritu de Cristo, es prenda segura de inmortalidad, pues «si Spiritus Ejus qui suscitavit Jesum a mortuis habitat in vobis; qui suscitavit Jesum Christum a mortuis, vivificabit et mortalia corpora vestra propter inhabitantem Spiritum ejus in vobis» (70). Jesu Cristo, obrada con su muerte cruenta nuestra Redención, y tor– nado a nueva vida para convertirse como nuevo Adám en espíritu vi– vificante (7 r), penetró en el Sancta Sanctorum del cielo, y «está sentado a la diestra de la Majestad en las alturas» (72), ut appareat nunc vultui Dei pro nobis» (73), para continuar su oficio de Sumo sacerdote a la presencia de su Padre en beneficio de los redimidos. Sesión a la diestra del Padre e intercesión por nosotros; he ahí los otros dos grados que coronan según San Pablo (Rom. 8, 34) la obra redentora de Jesús; pues después de decir: xptcrtoc; 'h¡croGc; ó a:rr.ofiavwv, p.aHov as syepOck, aña– de: oc; xa[ EO'tl\l E\I ac~l~ tOll ficot>, oc; )((J_i_ E\lttJ'fXtÍ\IEt ÚrcÉp ~p.oov. Estos dos últimos grados se tratan amplia y conjuntamente en la Epístola a los Hebreos, donde la esperanza cristiana (z),rcic;), la confianza (rcappr¡cr[a), la gloria de la esperanza (xa6xr¡p.a t~c; z)_1tiaoc;), alcanzan una importancia excepcional. Los fieles de la nueva Alianza constitu– yen una familia, la casa de Dios, gobernada no como los de la antigua por un siervo, aunque fiel como Moisés, sino por el hijo, Jesús. Mas esta dignidad y gloria de ser familiares de la casa de Dios, no se con- (68) B. ALLO, rere Epítre a:uz Corinthiens (París, 1934), pág. 453 s. (69) 1 Cor. 6, 14. (70) Rom. 8, 9-II. (71) "Sicut in Adam omne,s moriuntur, ita ,et in Christo omnes vivificabun– tur; = 11:dv-=i;:c; 1:wor.:otr¡6~:iov-cat "Factus ,e1st primus Adam in ,animam viventem, no. vissimus AcLam i~ spiritum vivificantem ei~ 1t~eup.a /;wor.:owuY I Cor, 15, 22, 45, (72) Hebr. I, 3, (73) Hebr, 9, 24.

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