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LOS MOTIVOS DE LA ESPERANZA CRISTIANA, SEGÚN S. PABLO I 5 ese Espíritu por nosotros, por los santos, los que por la justificación ,están en Cristo, viven de El (52). El Espíritu Santo contribuye también de otro modo a la certeza de nuestra esperanza, y es confirmando auténticamente el testimonio de nuestro propio espíritu o conciencia, q'ue nos dice que somos hijos de Dios: «Ipse enim Spiritus testimonium reddit spiritui nostro quod su– mus filii Dei; si autem · filii, et heredes; h~redes quidem Dei, coheredes , .autem Christi» (53). La filiación divina de la que así el Espíritu Santo ·como la voz de nuestra conciencia nos dan juntamente testimonio {gr. aup.¡w:p-wpai, y que por tanto es ciertísimo, pues «duorum homi– num (testium) testimonium verum est» (54), «quia in ore duorum ve! trium stat omne verbum» (55); esa filiación divina ~s un motivo firmí– :simo de esperanza, pues si somos hijos, somos también herederos y... heredetos de Dios, de sus bienes, de la vida eterna por Ia que suspira– mos; y coherederos con nuestro hermano mayor Cristo, que es el pri– mogénito. Por otra parte, poseemos ya las primicias del espíritu (1:~v ,drcrzpx_~, 1:ou 1tv:::ú¡1.rzto~), que es la gracia de la filiación divina, y esas primicias son presagio de la próxima cosecha: la vida de la gracia se está madurando para la vida de la gloria. El Espíritu Santo, pues, que nos infunde el espíritu de adopción, y nos hace llamar a Dios, Abba = Padre, y nos da testimonio de que somos hijos de Dios, es un motivo de grande esperanza. ¿Se seguirá de aquí, como quieren los Protestantes, que el cristiano ,tiene absoluta certeza de estar justificado, y de salvarse? No; porque como dice CoRNELIO A LAPIDE, «aunque ese testimonio en sí sea cierto, para nosotros no lo es; pues no podemos saber con certeza si es del buen espíritu o del maligno, como sucede a veces. El Apóstol San Pablo, a pesar de rio reprenderle nada su conciencia, y confiar por lo mismo albergar en sí el espíritu de adopción, no osaba tenerse por justificado (56). Al poner este testimonio del Espíritu Santo no quiere el Apóstol darnos una fe especial de nuestra justicia, sino solamente co– rroborar nuestra esperanza, la cual no exige la plena certeza de su ob– jeto, sino más bien va unida con la incertidumbre y el temor de per– derlo. Hay signos que nos dan la certeza moral y conjetural de que· ·somos hijos de Dios; y esta es suficiente, y no debemos pedir otra, (52) Rom. 8, 26 s. (53) Rom. 8, r6&. (54)' Joh. 8, r7. (55) Dait. 19, rs. (56) 1 Cor. 4, 4;

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