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LOS MOTIVOS DE LA ESPE.RANZA CRISTIANA., SEGÚN S. PABLO I 3 sección dogmática (ce. 5-8), donde expone los frutos de la justificación obtenida por la fe, y urge a los agraciados con ese don a vivir según las exigencias de su nueva vida: para estimularles a la fidelidad a Dios. no encuentra el Apóstol motivo más poderoso que descubrirles las fine– zas del amor que con ellos ha tenido. Ese amor ha sido práctico d,emos– trado del modo' más elocuente y persuasivo con obras estupendas; y ante todo, A) con el don de su propio Hifo, que h,a entregado a la mu·er– te para obrar su reconciliación con el m_undo, «nam Deus erat in Chris– to mundum reconcilians sibi» (43), y para que fuese nuestra propicia– ción, «quem proposuit Deus propitiationem (gr. [Aacr,f¡ptov = propi– tiatorium) per fidem in sanguine ipsius... » (44); para que, nuevo 1\dám,, restaurase las ruinas causadas por la prevaricación del primero, hacien– do sobreabundar la gracia donde había abundado el delito, e introdu– ciendo el reino de la vida donde había reinado la muerte (45): Nos dió, Dios a su Hijo, al Hijo de su amor, para que fuésemos llenos por El de todas las bendiciones espirituales del cielo (46). Siendo esto así, ¿cómo dudar del amor de Dios? Si nos ha dado a su propio Hijo, ¿qué no po– demos esperar de El? ¿No tenemos en eI!o la prueba más fehaciente de que Dios está a nues.tro favor? Por eso San Pablo, después de enumerar todos los actos del plan divino de nuestra salvación (praescivit, prae– destinavit, vocavit, iustificavit, gloríficavit), pregunta resueltamente: <<Quid ergo dicemus ad haec? Si Deus pro nobis, quis contra nos? Qui etiam proprio Filio suo non pepercH, ·sed pro nobis omnibus tradidit illum, quornodo non ctiam cum illo omnia nobis donavit?» (gr. xap[cria,at = donabit) (47). jCuánto encarecimiento del amor divino hay en cada una de esas palabras! Aquel «proprio Filio» (,ou [~tou u[ou), con todo el énfasis del iafou: el «non pepercit» oux sq:;1úcra1:o, «no le perdonó, no tuvo consideración a su inocencia y dignidad, por la cual merecía quedar exento de su ira». Pero hasta aquí llegó también 17,braham con su hijo Isaac, cuya real inmolación no perpetró por hftberse Dios satisfecho– con la disposición de su ánimo: mas con el Hijo propio, que era Dios como f.:l, no tuvo esa consideració11, «sed pro nobis omnibus tradidit illum», lo entregó por todos nosotrós a la muerte (pues esa es la fuerza del gr. ,i:o:piáamxsv = tradidit); y con eso ponía una base solidísima a (43) 2 Cor.. 5, 19. (44) Rom. 3, 25. (45} Rom. 5, 12-2r. (46) Eph. I, 3. (47). Ri0m. 8, 29-32.

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