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12 ESTUDIOS BÍBLicos.-T. de Orbiso, O. F. M. Úap. Y henos por fin llegados al punto central de nuestro estudio, que, se propone indagar «los motivos de la esperanza cristiana según San Pablo». Los MOTIVOS DE LA ESPERANZA Como la fe tiene sus motivos de credibilidad para subyugar el en– tendimiento a la veracidad divina, así la esperanza los tiene poderosísi– mos para inspirar al hombre confianza en Dios, y darle la firme segu– ridad de conseguir lo que espera. ¿Cuáles son estos motivos de la esperanza cristiana? Podemos divi– dirlos en príncipales y secundarios, según se funden en Dios, o se apo– yen en alguna consideración humana. Si el cristiano considera lo que Dios ha hecho por asegurar su salvación, y su fidelidad en cumplir lo prometido, su esperanza encuentra motivos muy poderosos: y si vuelve los ojos a sí mismo; al verse incorporado a Cristo, y ver las buenas obras que con su gracia hace, esa esperanza de su salvación se corrobora y afianza. /.-Motivos principales. 1. 0 El Amor que Dios nos tiene.-BERNHARD WEISS (38), dando en su «Teología bíblica del Nuevo Testamento», § 5 I, un resumen de la doctrina de San Pablo en sus cuatro grandes Cartas (Rom., 1-2 Cor., Gal.), pero refiriéndose especialmente a la de los Romanos, dice sobre el punto de la esperanza: «En oposición al judío incrédulo que se engaña con vanas espera·nzas (39), el cristiano se gloría de una espe– ranza que no confunde (40), pues está fundada en. el amor de Dios, cuyas pruebas ya tenidas permiten esperar con seguridad otras ulte– riores» (41). Sí, el amor de Dios a nosotros, he ahí el gran motivo, el primero entre los principales motivos de la esperanza cristiana; pues «si Deus pro nobis, quis contra nos?»: «si Deus iustificat, quis est qui condemnet?» (42). Donde más acentúa San Pablo este motivo de la es– peranza, es en la Epístola a los Romanos, en la segunda parte de la (38) B. WEiss,Lehrbuch der biblischen Theologie des N euen T,esfam,ents (Stut- tga:rt-Berl~n, 7 1903). (39) Rom. 2, 3. 17. (40) Rom. 5, 4 s. (41) Rom.. 5, 8-1 l ; 8, 30-32. (42) Rom. 8, 31-34.

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