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IO ESTUDIOS BÍBLicos.-T. de Orhiso, O. F. M. Cap. cia d~ los Protestantes), sino como un excitante a cooperar a la volun– tad salvífica de Dios. El concibe la esperanza como un gran resorte de paciencia y de acción, y tanto más eficaz cuanto la esperanza es más firme y segura. Por eso la pone como una pieza esencial de la armadura del cris– tiano para las grandes luchas espirituales, al lado de la fe y de la cari– dad: «Revestíos de la coraza de la fe y de la caridad, y tomad como yelmo la esperanza de la salvación» (2 5). Esa esperanza es precisamen– te la que explica el ascetismo de la vida cristiana: «Por esto, dice San Pablo, penamos y combatimos, porque esperamos en Dios vivo ... 01:t ~bixap.sv e16. Osrp ~mnt ... » (26). La esperanza, lejos · de enervar o suprimir la actividad individual o personal, como entre los Protestan– tes, la estimula a vigilar y combatir, para que esa esperanza, tan segura por cuanto de Dios depende, no se malogre por nuestra posible no cooperación. «El Cristianismo es en esto lo contrario del Estoicismo, que quiere suprimir la lucha, suprimiendo todo afecto, toda pasión, todo movimiento o aspiración. Es ciertamente un grande error haber querido hacer de Séneca un discípulo de San Pablo» (27). Aunque no hubiera otras razones, la oposición radical en este punto de doctrina sería bastante para demostrar el carácter espúreo de la correspondencia epistolar entre el filósofo estoico y el Apóstol de las gentes. D.-Diversas voces para expresar la esperanza El estudio de la esperanza en San Pablo no debe limitarse a aque– llos pasajes en que ocurre el nombre EA.1t1c;; o el verbo EA.'lttl::;~tv, sino que también se han de considerar otros términos que expresan nocio– nes afines, como Óito[-lov~, 1tappy¡cr1a, 1ts1toi0r¡crtc;;, Oapcroc;;, (iitoxapaaoxia, etcé– tera. En cuanto a la i"mo :i.ov ~ (= paciencia, expectación paciente), ya hemos indicado antes que con frecuencia se pone en relación con la ebic;;, y que a veces la sustituye. Para alcanzar las promesas objeto de la esperanza, es necesaria la paciencia (28). Las tribulaciones, al dar– nos ocasión de ejercitar la· paciencia, haciéndonos por ella probados o aceptos a Dios, engendran en nosotros esperanza, y una esperanza tan (25) I Tíhie1s,s. 5, 8; cfr. Bph. 6, 17. (26) I Thn. 4, ro. (27) S. HARENT, Dict. de Theol. ca.th. (v. Espérance, oo!. 6rr -s). (28) Hebr. ro, 36.

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