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Persona humana y justicia-equidad 467 admitan que la actividad económica la realiza el hombre y que, con– secuentemente, debe ser humana, no obstante existe siempre la ten– dencia a creer que los movimientos sociales son incontrolables. De ahí que en la vida económica se haya tendido siempre a salvaguardar unos derechos fundamentales, principalmente en lo que se refiere al problema de los salarios y de los trabajadores, encuadrados en un esquema de justicia. Así lo que hemos conseguido ha sido una econo– mía, inhumana, desconectada de los valores de la persona. Todo lo que debería quedar regulado dentro de una visión humana lo hemos dejado al mecanismo del mercado, de la libre competencia, de las leyes económicas. Sin embargo, no es el hombre una rueda dentro del mecanismo económico, ni un resultado del mismo, sino que es el principio direc– tivo de toda la vida económica y social y el que crea la convivencia humana. El papa sostiene con firmeza este principio: << El progreso de la vida social no obedece, desde luego, en modo alguno, a un im– pulso ciego de las fuerzas naturales; como ya dijimos, reconoce su autor en el hombre, que es ser libre y naturalmente inclinado a obrar de un modo consciente, aunque en su acción tenga que reconocer tam– bién y en cierto modo someterse a las leyes del progreso humano y al curso de la economía, ni le sea posible evadirse totalmente de las in– fluencias del medio >> (78). El papa devuelve, pues, al hombre su supre– macía en la vida social. Esta seguridad que tiene del papel que él debe representar hace que cuando, por ejemplo, plantea el problema del salario y de la ordenación económica, ampliamente estudiados por los otros documentos pontificios, dé a entender que el problema de la participación de los trabajadores en la renta nacional, o en el resul– tado de la producción social, no se ha solucionado todavía, por haberlo querido hacer a partir únicamente de principios de justicia, dejando todo lo demás al libre curso de las leyes económicas. Juan XXI 11, al hablarnos de justicia-equidad, demuestra la firme convicción de que si toda la vida social es fruto de la libre voluntad de los hombres, (78) MM, 63.

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